Wednesday, September 28, 2016

Mensaje urgente: ¡Salga a votar!

Este domingo, no se quede en casa. No permita que la complacencia y el triunfalismo se queden con lo mejor de usted. Este es el voto más importante de su vida como colombiano. Lo que suceda este domingo marcará para siempre nuestra historia. No se quede sentado mirando: participe, hágase contar.

¿Aún tiene dudas? ¡Resuélvalas! Pregunte, lea, vea, oiga, indague, no se quede esperando a que le pase el tren de los tiempos por encima y lo deje turulato sin entender lo que pasó.

"Black", dibujo del autor
basado en la obra de Taiyo Matsumoto
No crea lo que le dicen desde el lado del No: ellos sí han tenido millones de dólares en recursos y un ejército de personas convencidas que han ayudado a multiplicar su mensaje por las redes sociales, apelando al desprecio que la mayoría de los colombianos sienten por las FARC (por motivos muy válidos) y exudando el desprecio que ellos sienten por el presidente Santos por no haber aniquilado a la guerrilla en vez de haber negociado con ella.

Tampoco se coma ese cuento de que “ya está todo arreglado” que viene circulando en estos últimos días. De hecho, falta lo más importante: la voz del pueblo, el voto, el resultado del Plebiscito. Como en el fútbol, “el partido no se acaba sino cuando suena el pito final”. Que no nos metamos un autogol en el minuto ’91.

Un amigo y un hermano me comentan: “¿Para qué voy a votar si ya todo está arreglado? Ya firmaron el Acuerdo, por supuesto que se va a aprobar”, dicen, casi con idénticas palabras. ¿De veras? ¿No han visto la campaña tan intensa que están desarrollando los promotores del No? ¿Acaso no reciben en su WhatsApp, en su Facebook, en sus correos electrónicos la multitud de mensajes que han estado juiciosos preparando y que ahora lanzan, como ametralladora en guerra, disparando a diestra y siniestra? ¿Creen que esos mensajes no tienen un efecto? Si fuera cierto que “todo está arreglado” como dicen, ¿por qué entonces tanta intensidad de parte del Centro Democrático y de la ultraderecha (esta sí de verdad ultra, como los "neoparas" que mandaron mensajes estos días) en estos últimos días de campaña? Pues porque ellos ven una oportunidad y la quieren aprovechar para sacar beneficio político.

Cada voto cuenta y cada voto cuesta. No desperdicie el suyo erradamente convencido de que ya está todo dicho y ya está todo hecho. El riesgo es inmenso y las consecuencias de un fracaso nacional serían monumentales. De hecho hay dos posibilidades de perder y una sola de ganar: es necesario, primero, superar el umbral de votos y, segundo, ganarle al No. En otras palabras: tenemos que salir muchos, muchísimos a votar y la gran mayoría tenemos que votar por el Sí. Esa es la única forma como este Acuerdo se concreta, se refrenda y podemos pasar la página para comenzar a trabajar en el verdadero esfuerzo de construir paz entre todos.

Imagínese si por apatía, por desprecio, por complacencia, por torpeza los colombianos falláramos este domingo y ganara el No o fracasara el Plebiscito. ¿A quién le gusta hacer el ridículo? A nadie, pero eso es lo que haríamos frente al mundo entero que nos observa con atención y que está muy pendiente de lo que vamos a hacer y a decir. ¿Quién va a volver a creerle a un colombiano a la hora de hacer negocios y cumplir promesas si como pueblo demostramos, con ese gesto, que no somos capaces de sostenerlas? ¿Quién va a volver a invertir en el esfuerzo de pacificar a una guerrilla, de desmovilizar a sus hombres y mujeres y reincorporarlos a la vida civil, si después de seis años de esfuerzo continuado y de un gran esfuerzo por convencerlos a ellos y al país y al mundo de las virtudes de la paz, con ese voto los colombianos les decimos que No, que todo era un juego o una farsa?

Mire: si todavía le quedan dudas, si todavía no se ha convencido ni siquiera ante la posible perspectiva del mayor ridículo internacional, piense en esto último que le voy a decir: Esto apenas está comenzando. Si tiene reparos, si hay partes de este proceso que no le convencen, si piensa que nos pueden fallar, pues hágase partícipe de la historia, sea fiscalizador de la implementación, hágase gestor de paz, levántese de su comodidad y muévase entre la gente para cerciorarse de que la desmovilización se completa, que la reincorporación se lleva a cabo y que el país se reconstruye. Ahí es donde se necesita el verdadero esfuerzo. Pero todo comienza el 2 de octubre en las urnas.

No le quepa duda: su voto es esencial. No lo desperdicie, no lo malgaste. Dígale Sí al futuro.


###

Monday, September 26, 2016

26 de septiembre: el día de las paces

Hoy es un día de celebración para los colombianos que llegamos a un momento largamente esperado y que solo se alcanzó después de muchos sacrificios, mucha sangre y mucho esfuerzo. Llega, pues, el día de hacer las paces.

Amanecer del 26 de septiembre en Kendall, foto del autor
Y, es que la paz no es una: son muchas. Como la felicidad, la paz está compuesta de retazos, de piezas intercambiables, de espacios entre las vetas, de fibras que se entrecruzan, se anudan, se expanden, se separan y se encuentran en el tiempo. Como la felicidad, la paz no es permanente, no es única, no viene sola. Pero la guerra tampoco es permanente, por suerte. Y, esta guerra nuestra, esta que hoy concluye, tomó 52 años en llegar a punto de reencuentro.

Los colombianos, que hemos entregado tanto a causa de la guerra y para la guerra, no podemos aceptar que tantos muertos, tantos heridos, tanto dolor y tanto esfuerzo no valgan algo, no valgan mucho, no lo valgan todo. Es hora de que toda esa entrega y toda esa lucha comiencen a dar sus verdaderos frutos. Porque en nuestra guerra ha habido sacrificio de todos los lados y ha habido crímenes desde todos los costados.

Los primeros en sublevarse lo hicieron porque fueron víctimas de un Estado entregado a los intereses de unos pocos; pero la guerra tiene sus propia reglas y sus propias exigencias; aquellos sublevados, convencidos de que para lograr sus objetivos de justicia era necesario derrotar a quienes veían como los causantes de su dolor, tarde o temprano acabaron convertidos en instrumentos del mismo dolor que querían evitar.

El Estado, por su parte, también sufrió profundas transformaciones en el curso de este conflicto. Algunos de sus elementos fueron comprendiendo el valor y la importancia de aquellas reivindicaciones que esgrimían como razones los sublevados y poco a poco fueron viéndose obligados a conceder espacios de participación y representación a esos movimientos. Las desmovilizaciones anteriores, en particular la del M-19, trasformaron la geografía política del país. Gracias a ello, se abrieron las compuertas a la reinvención de los motivos y los métodos del Estado, entre ellos, los de las fuerzas armadas que lo sostienen.

La tortura, las desapariciones y las masacres, así como el contubernio con la criminalidad del narco, que durante años hicieron de ese Ejército el defensor de una clase social y económica en detrimento de otra, dejaron de ser –por fin- las herramientas de su poder. De esta manera el espíritu de ese Ejército y esas Fuerzas Armadas se transformó para poder vencer a los sublevados, no solo en el campo militar, sino también en el campo político.

Estas observaciones que escribo son generalizaciones de patrones de comportamiento. Lo que procuro alcanzar con ellas es una conclusión de valor, representar el impulso de una corriente, pero comprendo que no está completo. Así lo demuestran los pitos y cornetas de los del No al otro lado de las murallas en Cartagena. Así lo expresa el dolor y la rabia que se escucha en sus voces que aún no aceptan la posibilidad del perdón y la reconciliación y la derrota que implica para ellos la llegada de este día. Pero este día ha llegado y el mismo sol nos alumbra a todos.

Las verdaderas causas de nuestra guerra están intactas. Lo que estamos confirmando en estos muchos actos que se concretan hoy y se deben refrendar el 2 de octubre es el derecho a seguir buscando soluciones para esas causas sin necesidad de acudir al uso de la fuerza para lograrlo. Lo que estamos buscando es seguir ampliando el espacio del ejercicio político para que sea la palabra, y no las armas, lo que nos permita resolver nuestras diferencias.

Confío en que el ejemplo de hoy, que se verá en estas ceremonias y del que el mundo es testigo, cunda y se multiplique en muchos otros momentos y espacios de nuestro territorio. Espero que consigamos muchas paces, no una sola, y que estas paces duren muchos años y que muchas generaciones porvenir encuentren nuevas formas de  dirimir, de resolver y de atender sus problemas. Que este espíritu se extienda y se multiplique en muchos corazones para que haya menos dolor y menos sufrimientos.

Confío en que incluso aquellos que hoy se oponen con tanta vehemencia encuentren su propia dosis de paz y hagan su propio sacrificio. Espero que, si el resultado del 2 de octubre les es adverso y gana el Sí, tengan el coraje, el honor y la honradez de aceptar el resultado y sumarse a la supervisión y construcción de espacios de paz y respeto para todos.

A mis amigos (y no tan amigos) del No, los invito a que hagan de este y los días porvenir los días de paz que tanto anuncian en sus discursos. Si es verdad que están por el No preocupados por una verdadera paz, los llamo a que desde ya comiencen a trabajar por ella, es decir, por todas las paces que tenemos que construir, con ustedes incluidos.

###





Wednesday, September 21, 2016

Resultados del Taller “Hablemos del Acuerdo”

Estas son mis primeras reflexiones, aún no decantadas, de lo que fue la experiencia de anoche cuando un grupo de más de treinta personas, casi todos colombianos, nos reunimos a hablar acerca del Acuerdo que en pocos días se firmará en Colombia y después deberá refrendarse en un Plebiscito el 2 de octubre.

El profesor Eduardo Gamarra da la bienvenida al Taller
La primera y más clara conclusión que me queda como convocante y moderador del Taller es que hoy los colombianos estamos más dispuestos a escuchar y a hablar con nuestros oponentes o detractores. Queda claro que aún hay fuertes emociones y profundas diferencias entre lo que piensan unos y lo que sienten otros, pero el diálogo es posible a pesar –y a través- de esas diferencias.

La invitación al Taller era abierta y buscaba que en el recinto pudiesen encontrarse personas que usualmente no se comunican entre sí y que allí se creara un espacio de mutuo respeto para conversar. No guardaba muchas esperanzas de que la dinámica provocara grandes cambios de opinión, ya que suponía que los asistentes serían personas ya motivadas a exponer sus ideas y por lo mismo, a sustentarlas y defenderlas. De modo que, contrario a lo que algunos pensaron al comienzo de la dinámica, el plan no era hacer proselitismo a favor del Sí ni a favor del No, sino provocar una conversación entre opuestos y demostrar, en la praxis, que sí estamos en condiciones de dialogar y de respetar puntos de vista ajenos sin buscar destruirnos verbal o físicamente. En ese sentido creo que el Taller fue un éxito.

En la convocatoria invitaba aun encontrar un espacio para el desahogo ya que la gran mayoría de los colombianos ya tenemos una idea bastante formada de qué hay en los Acuerdos y qué decisión tomaremos. Sin embargo, nos han faltado espacios para expresarnos, compartir nuestras ideas y, sobretodo, confrontarlas con las de nuestros oponentes. Nuestra enfermedad más común hoy es ‘el flu de la amistad’: sólo leemos y escuchamos a quienes piensan lo mismo que pensamos nosotros. A los demás, como su estuviesen infectados, los eliminamos del Facebook o sencillamente los ignoramos. Un evento como el de anoche abrió las puertas a que intercambiáramos ideas y no balas, y en ese sentido funcionó.

Como en la invitación decía “Hablemos del Acuerdo”, algunos asistentes tomaron esa frase en un sentido más didáctico o propagandístico y llegaron muy bien preparados para una discusión ‘punto por punto’ de los aspectos que del Acuerdo no les gustan. Da la impresión de que esperaban encontrar delante de ellos a contrincantes avezados y muy preparados para discutir los detalles del Acuerdo y defenderlo a ultranza, para así poder ellos contradecir. Parece que no leyeron la invitación completa, porque allí quedaba claro que el debate sería entre los asistentes, no en contra o favor de los expositores. El profesor Gamarra, la profesora Restrepo y el facilitador estábamos allí para estimular y provocar la conversación, pero esta se iba a dar –como se dio- entre quienes llegaron a participar del Taller.

El ambiente llegó a calentarse porque los proponentes del No sintieron que estaban siendo desplazados y que su punto de vista no sería escuchado. Aunque esta acusación era infundada, con el fin de relajar los ánimos flexibilizamos la dinámica y abrimos dos espacios de expresión, uno para el coronel (R) Plazas Vega, quien expuso sus opiniones respecto a los Acuerdos y por qué los rechaza, y otro para John Jairo Hoyos, quien expuso su experiencia personal como víctima y familiar de uno de los Asambleístas del Valle que fueron masacrados por las FARC y sin embargo está dispuesto a perdonar para conseguir la reconciliación.

Después pudimos retornar a la metodología propuesta y, aunque algunas personas siguieron convencidas de la aparente inutilidad de las preguntas que se les estaban formulando –dos preguntas para discutir en grupos-, lo cierto es que el diálogo se mantuvo en términos de respeto y cordialidad. Y ese era el objetivo del ejercicio: demostrarnos a los colombianos que, independientemente de los resultados del Plebiscito, seguiremos juntos en este destino como pueblo después del 2 de octubre y que el diálogo y la palabra serán, en adelante, las herramientas que usaremos para dirimir nuestras diferencias y encontrar los caminos comunes sin buscar la mutua destrucción.

Creo que esto se notó mejor cuando los grupos respondieron la segunda pregunta. Como parte de la dinámica, propusimos un cambio: que los participantes buscaran contacto con otras personas en vez de fortalecer sus propios grupos. Con esto buscábamos que los contradictores se miraran a la cara y pudieran decirse lo que piensan. Aunque no estaban de acuerdo entre sí, en cada grupo, para poder responder a la pregunta, tuvieron que buscar acuerdos, ceder y exigir, y así conseguimos construir ese pequeño espacio de concordia. Después, un representante de cada grupo exponía las conclusiones. Ahí fue muy grato ver a los expositores expresando, no solo sus propias palabras, sino también las de sus contradictores.

No soy ingenuo como para creer que todos estamos en esa página y que la paz y la concordia están a la vuelta de la esquina. Lo que planteo es que esta experiencia nos muestra lo que es posible: que si ofrecemos las herramientas apropiadas y cada uno de nosotros pone de su parte, somos capaces de superar las dificultades que el ego, el odio y la ceguera ideológica nos imponen. Si ese fuera el único resultado de los Acuerdos, si esa es la decisión que hemos asumido la mayoría de los colombianos, la de escucharnos y hablar sin destruirnos, ese solo hecho hace valiosa y loable la labor de los negociadores.

--Las Urnas
A la entrada del evento propusimos una votación y otra a la salida, con la pregunta del Plebiscito. Los datos son incompletos, pero los publico porque era parte del compromiso y porque era un punto importante del ejercicio. En ocasiones futuras seremos más estrictos en su implementación para sumarle valor a esta herramienta.

La urna de Entrada dijo: 14 votos por el Sí, 3 votos por el No
La urna de Salida dijo: 18 votos por el Sí, 4 por el No, 1 en blanco

### 


Monday, September 19, 2016

Conservadores de izquierda


El profesor Manuel Gaona, magistrado que falleció en el holocausto del Palacio de Justicia en Bogotá, hablaba despacio cuando daba sus clases en el primer año de la facultad de Derecho en la Universidad Externado. Era fantástico, porque podían anotarse sus cátedras casi palabra por palabra. Recuerdo que, por esa misma razón, mi cuaderno de Constitucional I era el que más quería. Volver a abrir sus páginas era volver a escucharlo.

"La izquierda", foto del autor
Con esa voz cadenciosa y muy buen humor, el profesor Gaona tenía una serie de frases que repetía con insistencia, como para que quedaran grabadas en la memoria de sus estudiantes: “¿Qué es estupro? Estupro es prometer para meter y, después de haber metido, no cumplir lo prometido”, era una de sus favoritas. Pero quizás la más importante de todas era esta: “Los de la izquierda eran los de la derecha y los de la derecha eran los de la izquierda”.

Esta referencia a la Revolución Francesa solía ponerla a juego cuando el debate se salía del curso de las aguas constitucionales para anegar los terrenos de la política, que le son colindantes. Se refería al hecho de que en el Parlamento francés posrevolucionario los miembros de cada tendencia solían juntarse a un lado del recinto y sus oponentes al otro. A la izquierda quedaron los de tendencias liberales y a la derecha los de tendencias conservadoras.

La ironía del profesor Gaona era sabia: los legisladores estaban convencidos de pertenecer a la izquierda, pero debían sentarse a la derecha, puesto que la referencia se hacía desde la Presidencia del Parlamento, que los veía a su izquierda. Reconozco que esta referencia del profesor Gaona me ha acompañado desde entonces, haciéndome cuestionar la validez de las etiquetas con las que nos referimos unos a otros, las marcas que solemos ponernos para identificarnos –o, para confundirnos.

La famosa promesa neoliberal de los años noventa de que se acabarían las ideologías resultó incumplida y por eso los debates políticos que hoy nos ocupan siguen enmarcados en decisiones similares entre la derecha y la izquierda, entre conservadores y liberales. Sin embargo, algunos de los elementos que pertenecían a la izquierda están hoy en manos de la derecha y viceversa.

Ejemplo, Brexit+Trump: desde la derecha se promocionó con insistencia durante décadas la idea de la globalización económica. La crítica que hacía la izquierda en su momento tenía que ver con que la doctrina de mercado abierto era destructiva para las clases populares y los países en desarrollo y sólo favorecía las multinacionales y a los países del primer mundo. Hoy, en cambio, vemos cómo los promotores del Brexit y el candidato republicano Donald Trump son quienes hablan una vez más de nacionalismo, de proteccionismo, de una política que cierre las fronteras e imponga restricciones al mercado. ¿Quiere decir que ya se han enriquecido lo suficiente los súper-ricos? No. Sabemos que la ambición no cesa. La motivación es otra, pero la excusa es el tema de la seguridad. En últimas, lo que importa es agitar al electorado para ganar y después se resuelve.

Y, ¿dónde vemos a la izquierda de derecha? En Venezuela, por ejemplo, o en Cuba, tal como se vivió en la Unión Soviética que nos entregó a la hoy ultraconservadora y ortodoxa Rusia. Durante décadas, la izquierda utilizó el lenguaje del oprimido para agitar a las masas, tanto que la lucha por los Derechos Humanos es vista hoy como una causa netamente de la izquierda. Sin embargo, una cosa es luchar por el poder y otra muy distinta ejercerlo.

He ahí la gran contradicción: ser revolucionario suele implicar ser liberal, en el sentido de promover y desear mayores libertades. Pero ese discurso es útil mientras se lucha para alcanzar el poder. Una vez allí, automáticamente y en razón de las urgencias que impone su subsistencia, la izquierda se torna en el elemento conservador de su propio régimen.

Por eso la Venezuela madurista está tan empeñada en contener a la oposición y para ello hace uso de los más rancios elementos del ejercicio del poder desde el Estado: represión y adoctrinamiento. Los poderes están afiliados con la ideología del partido dominante: el Ejecutivo, obviamente, pero también el Tribunal Superior de Justicia, el Consejo Nacional Electoral, la Fuerza Armada, múltiples medios de comunicación escrita, hablada y en TV. El sistema de educación se ha transformado en una máquina de adoctrinamiento y se usan todos los recursos para ello.

En Venezuela hay presos políticos, comenzando por el más visible de ellos, Leopoldo López, condenado a casi quince años de cárcel acusado de unos delitos que su mismo fiscal, hoy en el exilio, dice que han sido orquestados. Sin embargo, allí está, en una prisión militar, bajo un intenso régimen represivo que hace recordar el trato inhumano que desde la misma izquierda latinoamericana se criticó de las dictaduras de derecha durante los años setenta. López no es el único: con él han sido arrestados decenas de estudiantes y líderes, algunos de los cuales continúan en prisión.

He aquí la razón por la cual hablo de los conservadores de izquierda, algunos de los cuales me cruzo por las redes sociales y en debates diversos. Confieso que muchas veces es más difícil dialogar con ellos que con la gente que se declara abiertamente de derecha, porque suelen vivir en negación. Su corazón pueden seguir legítimamente convencido de las gracias y maravillas del estado socialista –políticas públicas de atención a los más necesitados, por ejemplo-, pero para proteger eso (real o fantástico) están dispuestos a hacerse los ciegos respecto a las manchas que tienen sus líderes, en particular, la insistencia en mantenerse en el poder durante muchos años, incluso décadas, tal como han logrado Hugo Chávez/Nicolás Maduro, Rafael Correa, Daniel Ortega y Evo Morales, sin olvidar, claro, las seis décadas de la revolución cubana en manos del castrismo.

He ahí claros ejemplos de estos conservadores de izquierda, gente que sostiene ideas liberales y de respeto a los derechos humanos en tanto estas sean convenientes y permitan llegar al poder, pero una vez en ejercicio, las olvidan con la disculpa de que hay que defenderse del imperialismo y otros ogros de la ‘ultraderecha’. ¿Cómo, si no es por medio del estado policial de vigilancia, se ha sostenido la revolución cubana?

Es una triste ironía que nos debe ayudar a recordar la frase de Heráclito de Éfeso: “El poder no cambia al hombre; lo muestra tal cual es”. A la que debemos agregar la sentencia del ‘Dios Emperador de Dune’, la obra magna de Frank Herbert: “El poder atrae a lo corruptible”. Por lo tanto no es de extrañar que al cabo de las revoluciones más justas, las sublevaciones más urgentes y las elecciones más necesarias, el poder que de ellas emerge es igualmente atractivo para los corruptos recién llegados como lo era para quienes han sido reemplazados.

De ahí que nuestro deber sea el de mantenernos siempre alertas del abuso de poder y no adherir de lleno a ninguna doctrina, por bella que esta luzca. Cabalgando junto a los más justos siempre llegarán jinetes del pavor y la ambición. Y, no olvidemos, que "los de la izquierda son los de la derecha", en especial cuando están en el poder. Y, viceversa.
###


Friday, September 16, 2016

¿Ganará el ‘Sí’ en Miami?

La política es un asunto de percepciones. Hoy tenemos la percepción de que la comunidad colombiana en Miami es mayoritariamente conservadora y de derecha. Algo similar a lo que se supone que ocurre con los cubanos, los nicaragüenses o los venezolanos que comparten con nosotros estas calles y playas.

Además, los colombianos de Miami son uribistas. De acuerdo con los resultados de las elecciones presidenciales de 2014, el 75 por ciento de los colombianos en EEUU votaron a favor de Oscar Iván Zuluaga y apenas el 22 por ciento lo hicieron por el actual presidente, Juan Manuel Santos. Ese primer “referendo” por el Acuerdo claramente lo perdió Santos.

Considerando que el ‘No’ ha sido liderado por el uribismo, debemos suponer que en Miami el resultado en el Plebiscito debería ir en una proporción similar: 75% por el ‘No’ y 25% por el ‘Sí”. Esa es la percepción. ¿Será esa la realidad?

A juzgar por lo que se ve en las redes sociales, la división es grande, la polarización intensa, pero las cifras no parecen coincidir con los resultados de las presidenciales. Las actividades de promoción del Plebiscito y del texto del Acuerdo han sido variadas y en ellas da la impresión de que el activismo a favor del ‘Sí’ tiene un poco más de tracción que el del ‘No’, a pesar de que las voces públicas más relevantes de la comunidad colombiana en Miami están claramente a favor del ‘No’, verbigracia, los varios editoriales radiales de Eucario Bermúdez, por ejemplo.

Una encuesta no científica que mantiene el Diario Las Américas al día de hoy dice: ‘Sí’ 61% y 38% ‘No’. Si esta es la tendencia en esta ciudad tan conservadora, tan uribista, ¿qué debemos interpretar?

Creo que los colombianos mayoritariamente estamos convencidos de que es más conveniente para todos concretar este Acuerdo de fin del conflicto con las FARC ahora en lugar de prolongar la agonía y la incertidumbre.

Ya está quedando claro que un voto por el ‘Sí’ no es un voto para las FARC ni para Juan Manuel Santos sino para las generaciones futuras. Asimismo, un voto por el ‘No’ se entiende como la expresión de quienes se niegan a aceptar esta negociación y habrían preferido la aniquilación total de su enemigo o su derrota militar, como se propuso Álvaro Uribe con su ‘seguridad democrática’.

El martes tendremos un Taller en la Florida International University en el que será posible escuchar lo que piensa gente del común respecto a este Plebiscito y respecto al Acuerdo. La experiencia será interesante y nos permitirá ver con más claridad cuál es el estado de nuestra comunidad colombiana en Miami. Los mantendremos al tanto.

###

Invitación al Taller "Hablemos del Acuerdo" en FIU el martes 20 de septiembre, 6:30

INVITACIÓN A TODOS LOS COLOMBIANOS EN EL SUR DE LA FLORIDA

Taller “Hablemos del Acuerdo”

Venga y comparta sus opiniones, dudas y propuestas acerca del Acuerdo para el fin del conflicto armado en Colombia y del Plebiscito del 2 de octubre

Una oportunidad para hablar, para desahogarse, para informarse, para decir lo que piensa y siente pero, más que nada, para escuchar a otros colombianos que también tienen lo suyo para decir.

¿Va a votar por el No? ¿Va a votar por el Sí? ¿Todavía no está decidido o planea abstenerse? Venga y comparta su opinión, sus preguntas, sus respuestas y escuche las de otros que, como usted, quieren un diálogo limpio en un marco de respeto.

Estamos de acuerdo en que la paz sigue siendo un sueño, pero que si hay alguna posibilidad de construirla, esto sólo es posible hablando.

Cuándo: Martes 20 de septiembre, 6:30 pm.
Dónde: College of Business Complex, Special Events Center (CBC323)
Universidad Internacional de la Florida FIU

Con el apoyo del Latino Public Opinion Forum at the Jack Gordon Institute for Public Policy

Contacto:
Latino Public Opinion Forum at the Jack Gordon Institute for Public Policy
(305)348-3747


Organiza: Juan Pablo Salas - xjuan@aol.com – ElOpinon.blogspot.com

Thursday, September 8, 2016

Un cuento: Los Estados Unidos de Kenia


"Les Revenant", ilustración del autor
Una vez que terminó el seudo-debate televisivo de los dos posibles ‘Commander-in-chief’, me fui a dormir inquietos sueños y angustias diversas. De acuerdo con lo que había escuchado, mi vida era mucho peor de lo que siempre creí. Las sábanas me recibieron con su típica calidez de verano y un pico en los labios me dio las buenas noches.

Ojalá me hubiesen deseado más bien un buen despertar. Apenas abrí los ojos, supe que algo andaba mal, muy mal. A través de las persianas entraba una luz siniestra y el olor a tacos lo impregnaba todo. Mi mujer –santa paloma- ya había salido a trabajar y sólo me quedaba llevar a la hija menor a la escuela. De ahí en adelante, todo fue una larga serie de sorpresas.

Cuando bajé a preparar el desayuno me encontré a la niña sentada frente a su celular chateando con sus amigas de la escuela. Le pedí que me saludara y lo hizo en español y durante toda la mañana me habló con ese acento cubanomexicano que aún no se le ha quitado. Lo más extraño fue la forma de mirarme cuando le hablé en inglés. Le preparé sus huevos rancheros que, extrañamente, se comió sin rechistar y salimos camino a la escuela.

Al cruzar la primera esquina tuvimos que pasar en torno a un camión de tacos que estaba parqueado allí y vendía a los jornaleros que esperaban a que alguien los contratara. No recordaba haber visto jornaleros en mi barrio pero supuse que era algo nuevo. Al llegar a la siguiente esquina tuve que esquivar otro camión como ese. Entré en sospecha y miré a mi alrededor: en efecto, había un taco-truck en cada esquina.

Muy pocos semáforos funcionaban, aunque bien podrían haber estado apagados, ya que ninguno de los conductores –todos hispanos, claro- los respetaban.  Entre insultos y el perenne olor a tacos, me tardé mucho más de lo normal en llegar a la escuela.

Allí me alegré al escuchar los gritos entusiastas de los niños de escuela intermedia, pero me sorprendió que no escuché ni una palabra de inglés, solo español, creole y varios idiomas de Oriente Medio que no supe distinguir si eran farsi, persa, turco, sirio o kurdo. Los niños eran todos de colores varios, excepto blancos. Me pregunté si acaso había sido transportado a algún gueto que desconocía en este sur de la Florida. De mala gana, la niña se despidió y continué mi camino rumbo al trabajo.

No había avanzado mucho cuando comencé a encontrarme en las esquinas con decenas de veteranos que pedían ayuda o vendían tijeritas chinas a un dólar. Sabía que eran veteranos porque portaban sus uniformes desgastados y tenían colgadas al pecho sus condecoraciones, pero en los rostros se veía su angustia y el abandono al que estaban sometidos. Uno de ellos asomó la cabeza por mi ventana y me advirtió en inglés: “Drive carefuly. Up ahead there’s a huge pile of rubble.

Pensé que me estaba tomando del pelo, pero no: en efecto, dos cuadras más adelante había un gran trancón en la US1 pues todos los carros intentaban pasar en torno a una pila de basrua tirada en el medio de la autopista. A medida que me iba acercando, entre la montaña de residuos comencé a distinguir algunos cuerpos, el verde, el azul, el beige de sus uniformes, el brillo apagado de sus estrellas en los hombros y sus rostros tristes y derrotados. Recordé las palabras del candidato republicano y sacudí la cabeza para intentar despertarme de esta pesadilla.

Lo que me hizo abrir los ojos fue un estallido a pocas cuadras. Encendí la radio y, entre las emisoras musicales, sólo encontré una que daba un reporte sobre de los nuevos atentados que ISIS estaba perpetrando esta mañana.

Ya estaba a punto de llegar a mi trabajo esquivando taco-trucks, desamparados que evidentemente no tenían nada que perder y gente que vendía estampillas de comida para comprar drogas, cuando me desvié y pasé por el único sector de la ciudad donde aún quedaban habitantes blancos.

En el jardín de cada casa había los restos de carteles de campaña de Trump/Fence que habían sido despedazados durante la noche. A la entrada estaban parqueados sus carros y en las esquinas se aglomeraban los hombres y mujeres con sus maletines y sus trajes de ejecutivos, parados como jornaleros.

Por curiosidad me detuve justo detrás de un camión de tacos, y mi carro fue rodeado por una pequeña multitud que golpeaba las ventanas. Cada quien ofrecía sus habilidades a cualquier precio: doctores que aceptaban Obamacare por diez dólares la hora; financistas que vendían sus licencias de brokers; vendedores de finca raíz que ofrecían casas a precio de ganga; abogados ahogados, en fin.

A través de una rendija pude hablar con uno de ellos que me contó que sus puestos habían sido ocupados por refugiados sirios y por ilegales latinos recién llegados, por lo que ahora estaban obligados a buscarse la manera de vivir y pagar sus imposibles hipotecas. Espantado, salí de allí, preocupado además por no saber si aún yo tendría trabajo o si habría sido reemplazado por dos o tres ilegales que cobraran menos que yo (¿Cómo sería eso posible?, no podía imaginar).

Al fin llegué a la emisora y me sorprendí al escuchar, en lugar de noticias, música norteña por los altoparlantes. En la recepción había tres jóvenes que atendían y entregaban al público las entradas que se habían ganado para los conciertos de recordación de Juan Gabriel anunciados en el “Mexicana de Aviación Arena” en el Downtown. Por suerte mi tarjeta de acceso aún funcionaba y pude entrar. Pronto me crucé con mi nuevo jefe quien, con acento ruso, me dijo: “There’z the press”, y señaló una puerta.

Me acerqué y leí el cartel que alguien había escrito a mano: “DePRESSd”. Supuse que era alguna clase de chiste o broma, pero al abrir la puerta me encontré a todos los periodistas amigos sentados en silencio o hablando muy bajito, algunos contando unas monedas, otros incluso llorando. Esta era la nueva sala de redacción. Uno de ellos se puso de pie y, solidario ante mi evidente cara de angustia y sorpresa, me ofreció su asiento y una compasiva mano en el hombro. Al sentarme pude ver su credencial de periodista colgada al cuello con un sello a todo lo largo que decía: “Liberal Media: Access Denied”.

Me senté aún sin comprender y metí la cara entre las manos para llorar mientras escuchaba por la televisión la voz del Candidato en una repetición del foro de anoche: “Under the leadership of Barack Obama and Hillary Clinton, I think the generals have been reduced to rubble. They have been reduced to a point where it’s embarrassing to our country.”

En ese momento comprendí que había despertado en medio de la pesadilla que durante meses han pregonado Donald Trump y sus compañeros republicanos, ese mundo siniestro en el que un presidente nacido en Kenia ha entregado los EEUU a sus enemigos, donde ISIS está entre nosotros y donde los trabajos de los blancos los ocupan los ilegales y refugiados.

Con ese pensamiento, sumergí aún más mi cara entre las manos y grité.
###


Wednesday, September 7, 2016

Aún hay tiempo para cambiar de opinión

 Falta casi un mes para el día del Plebiscito. Todavía queda tiempo para reflexionar y cambiar de opinión. Sin embargo, no creo que haya mucha voluntad de cambio.

"Nubes claras", foto del autor
La mayoría de los colombianos hemos tomado una decisión o estamos bastante inclinados en una u otra dirección. El número de indecisos es pequeño y las posibilidades de alterar los resultados son escasas. Los del No están arranchados en su posición y los del Sí no encuentran cómo llegar a ellos. Lo mismo podría decirse desde el otro lado. En otras palabras: seguimos en guerra. Por fortuna, en esta ocasión hablan los votos y las palabras y no los fusiles. Esa es una gran ventaja.

Una buena parte del problema es que la información que se propaga no es la mejor y su utilidad es política. Se hace uso de eslóganes, memes, gráficas adulteradas, fotos falsificadas, viejos videos y se modifica el contenido de los Acuerdos o se los reinterpreta para provocar temor, rabia, desprecio por lo que los negociadores han alcanzado.

Desde el lado del Sí también se vilipendia, se insulta, se desprecia, se desprestigia, se ataca. Los argumentos siguen siendo, a) demasiado simplistas (ya alcanzamos la paz) o, b) demasiado complicados (hay un elitismo en las comunicaciones).

Aunque el tema es complejo, nuestras pasiones nos han empujado en una u otra dirección. Quienes ya saben que votarán por el Sí no son las personas a quienes debe ir hoy dirigido el mensaje. En este momento el esfuerzo debe estar concentrado en cambiar votos del No y en impulsar a los indecisos. Eso no se logrará con la agresividad que se percibe en muchos de los mensajes y los mensajeros ni con la complejidad del lenguaje legal que predomina hasta el momento.

Para construir la paz que anhelamos tenemos que mirar mucho más allá del 2 de octubre. Después del voto, e independientemente de su resultado, los colombianos tendremos que seguir conviviendo entre nosotros y nuestras contradicciones. Estas no desaparecerán sin o que se harán más evidentes a partir de entonces. El proceso de desmovilización, desarme, justicia y reparación tomará varios años y el debate se mantendrá vivo durante muchos meses, años. Por eso es clave que desarmemos los corazones y busquemos, con creatividad, nuevas formas de acercarnos unos a otros en busca de consenso.

Está claro que el Sí apuntala un proyecto político y el No apuntala otro. Pero ese voto no es un referendo a Santos o a las FARC ni un referendo a Uribe: el Plebiscito, como la paz que debemos construir, es de los colombianos y de ello debemos apropiarnos a todos los niveles.

Aquí seguiremos buscando estrategias, herramientas y reflexiones que nos ayuden a proyectar este esfuerzo mucho más allá del 2 de octubre. Pero, primero, hay que llegar a esa fecha con los mejores números posibles para el Sí.
###


Friday, September 2, 2016

“De La Habana viene un barco cargado de…”


"El Karina", ilustración del autor
En vista de la inminencia del Plebiscito del 2 de octubre, los asistentes a la tertulia mensual que realizamos con un grupo de amigos los primeros jueves de cada mes en el Bamboo Restaurant de la calle 42 decidimos hablar acerca del Acuerdo. Esta experiencia nos dejó nuevas lecciones. Nunca cesamos de aprender.

Roberto Otero, productor y director de TV, cubano, nos dejó una las reflexiones más profundas: “El Acuerdo es de ustedes, los colombianos de hoy; pero la paz es de las generaciones futuras. La paz no es para ustedes sino para sus hijos y nietos”. En eso coincide con la reflexión obtenida durante el taller de la Cámara de Comercio hace un par de días: la paz es todavía una asignatura pendiente que debemos construir; los Acuerdos son apenas un paso en el camino que tan solo nos conducirán al cese de hostilidades. La justicia es algo que se logrará a partir de entonces.

No somos tan ingenuos como para creer que una vez aprobado el Acuerdo en octubre las cosas cambiarán. Para que tenga un verdadero resultado, el cese de hostilidades debe también pasar por cada uno de nosotros. Al tiempo que se vayan dando los pasos necesarios para la desmovilización y desarme de los guerrilleros, cada uno de nosotros debe hacer su propio esfuerzo, debemos lograr nuestro propio Acuerdo Interior para cesar hostilidades y extenderlo a nuestros más inmediatos vecinos. Hay que traer los Acuerdos de La Habana y ponerlos en la propia mesa en el hogar, en el lugar de trabajo, en la comunidad.

Es hora de que juguemos aquel viejo juego, “De La Habana viene un barco cargado de…”, y poner en sus bodegas imaginarias los elementos con los que podemos contribuir a construir ese Gran Acuerdo que nos permita ir consiguiendo los verdaderos objetivos que todos esperamos: libertad, desarrollo, educación, salud, futuro. Este debe ser un ejercicio provocado por el acto del 2 de octubre y multiplicado en acciones cotidianas que nos ayuden a vencer a nuestros verdaderos enemigos: la corrupción, el despilfarro, la opresión, el ventajismo y todos esos antivalores que nos llevaron siempre a la guerra.

En estos ejercicios de diálogo he encontrado que la gran mayoría estamos dispuestos a hacer lo posible y necesario para seguir avanzando incluso en quienes aún sostienen el No como respuesta al Plebiscito, allí también están las semillas de lo que podría llegar a ser un futuro mucho más brillante para nuestros descendientes. Es obvio que hay quienes quieren aprovechar este proceso para fortalecer sus proyectos políticos y para ello van por el No o por el Sí, pero la gran mayoría de los colombianos sentimos que este es un momento histórico y cada uno de nosotros está buscando la mejor respuesta.

Pero esto apenas comienza. El verdadero reto es lo que lograremos a partir de este inicio y para ello nuestra participación como ciudadanos empeñados en mejorar nuestra realidad no puede detenerse. Al fin podremos dirigirnos a resolver las causas del conflicto, porque el conflicto como tal habrá encontrado su propio camino de solución. Al fin podremos dedicarnos a construir la paz.

###

Thursday, September 1, 2016

Construir la paz sin usar las armas


"Para llegar a lo fácil", ilustración del autor
Ayer tuve ocasión de asistir a un desayuno convocado por la Cámara de Comercio Colombo-Americana durante el cual realizamos un taller para hablar de la paz en paz. Fue una experiencia muy grata haber compartido con decenas de colombianos dispuestos a hablar acerca de este tema, que tanto nos divide y que es el más urgente que tenemos por resolver.

El ejercicio fue coordinado por la profesora Elvira María Restrepo de la Universidad de Miami, quien desde hace años viene trabajando en el diseño de una plataforma que para realizar esta clase de conversaciones que permiten que nos escuchemos unos a otros y así aprendamos de nuestras diferencias.

En este blog no pretendo contar todas las conclusiones a las que arribó ese grupo de 60 personas, pero  sí quiero compartir las principales lecciones que aprendí.

Como dije durante el desayuno, me complació mucho encontrarme con gente dispuesta a hablar acerca del Acuerdo con las FARC, pero me sorprendió más encontrarme que muchas de esas personas estaban dispuestas a votar por el Sí. Hasta ese momento estaba convencido de que yo era una especie de ser mitológico en el sur de la Florida, pues no me cruzo con muchas personas de ese parecer en estas ciudades de tanta gente del uribismo. De modo que fue grato encontrar a muchas personas que, aunque tienen reservas, están dispuestas a cerrar este capítulo de la violencia con la más antigua guerrilla del continente.

La segunda gran lección de ayer fue que todos coincidimos en que el Acuerdo del fin de las hostilidades entre el Gobierno y las FARC no equivale a la paz. A todos nos queda claro que, aunque esa palabra tiene gran utilidad política en el momento, la realidad es que la paz es un sueño aún no realizado y que contiene muchos más elementos que el silencio de los fusiles. La paz, y en eso coincidimos los asistentes por el Sí y por el No, es algo que apenas vamos a comenzar a construir a partir de estos acuerdos, y sólo si conseguimos que muchos más se sumen a ese empeño.

Cuando los asistentes intentamos definir “qué es la paz”, el concepto se amplió para incluir muchas cosas que no están escritas en el Acuerdo y sus Anexos. Colombia está convencida, desde hace años, que la pobreza de la mayoría, la injusticia, la represión, la desigualdad, la falta de educación y oportunidades, la discriminación, son las verdaderas causas del descontento que nos impulsa a la violencia. Mientras esos factores –y otros que no alcanzo a mencionar- no se resuelvan, la paz como tal no existirá, pues siempre habrá quienes se sientan ofendidos y quienes serán víctimas de los aparatos formales e informales de la represión.

Lo sorprendente de esto no es lo lógico de este razonamiento sino lo parecido con lo que se decía en los años sesenta, setenta, ochenta, noventa para justificar la necesidad de armarse y hacer la guerra. La principal motivación era la búsqueda de lo que entonces se puso de moda llamar “una paz con justicia social”. El discurso de entonces, que motivó a miles de jóvenes a largarse al monte o a irse a la clandestinidad, es esencialmente una asignatura que todavía tenemos pendiente.

Lo que los colombianos decidiremos con un Sí o con un No el 2 de octubre es algo mucho más sencillo en el fondo, aunque en la forma haya requerido de cuatro años de negociación y un documento de 297 páginas: lo que vamos a decir es que seguiremos buscando la paz, pero sin hacer uso de las armas.

La desmovilización y el desarme de las FARC es un mensaje para nosotros en el presente, y para nuestras generaciones futuras, de que es imposible crear justicia, igualdad y paz a punta de fusiles y bombas. Los colombianos lo hemos intentado desde el comienzo de nuestra historia y, doscientos años después, no lo hemos conseguido. Con este voto el 2 de octubre estamos diciendo que hemos aprendido la lección y que no seguiremos buscando con el dolor de unos aplacar el dolor de otros.

En cuanto a la paz, esa es la historia que debemos seguir construyendo día a día. Para comenzar, será necesario que abandonemos la costumbre tan arraigada de la corrupción –la de los grandes corruptos y la de los pequeños actos de corrupción cotidianos que todos cometemos. También requerirá de nuestra participación directa y continua en la supervisión de la labor pública y en la ejecución de obras que contribuyan a construir espacios de libertad.

De modo que le invito a que vote Sí, para que podamos dedicarnos a esta labor de construcción de la paz, en paz.

###