Thursday, August 17, 2017

La marca de Trump

Entendamos que Donald Trump es un hombre nacido en cuna de oro que jamás ha tenido que hacer un esfuerzo real para conseguir dinero y poder. Entendamos, además, que creció en una sociedad de consumo en la que las celebridades tienen más importancia y valor que los líderes políticos, espirituales o sociales. No podemos tampoco olvidar que Trump entendió muy temprano esa dinámica y la supo aprovechar al máximo. De hecho, ese es su verdadero talento: su capacidad de proyectar una imagen que genera admiración en un segmento específico de la población. Mientras que algunos sienten repugnancia e incredulidad ante sus actuaciones, otros le admiran por ese fetichismo que tiene nuestra sociedad ante el dinero y el poder. Trump entendió que lo que importa no es ser inteligente sino famoso; lo que vale es tener dinero, no valores; lo que da poder es el poder y no la verdad.

En ese orden de ideas, Donald Trump ha explotado al máximo el poder que le ha otorgado el hecho de ser una celebridad con mucho dinero. No ha tenido ningún prurito a la hora de hacer negocios y de quebrarlos para volver a hacerlos. En el curso de ese camino, miles de personas se han visto afectadas y destrozadas, pero él y su familia han salido indemnes. No le ha importado convertirse en un payaso o ser el hazmerreír de todo el mundo, siempre que eso le represente más reconocimiento de marca.

Lo que más valora Trump es su nombre. A eso le ha apostado toda su vida. De hecho, se metió en la política, no para ‘hacer el bien’ o ‘para servir’, sino para engordar aún más el valor de su apellido y así hacer más dinero con él.

Desde la perspectiva actual de los acontecimientos, a medida que la nación se divide a lo largo de las endebles costuras de la herida que ha dejado en su historia el racismo, ver la forma como Trump maneja la crisis que él mismo ha generado desde cuando comenzó su campaña política años atrás en la categoría de ‘birther’, provoca una mezcla de vergüenza y miedo. ¿Cómo pudimos llegar hasta aquí? ¿Cómo es posible que el mismo presidente sea capaz de abiertamente defender las estatuas y los símbolos y las huellas y las ideas de los supremacistas blancos, de aquellos que quisieran volver a ver implantada la segregación, de quienes odian a todo aquel que no sea de su raza, de quienes se refieren a nosotros, los mestizos, como ‘desechos genéticos’?

En algún momento de la campaña se denunció que el padre de Donald Trump había sido un supremacista blanco y que había instilado en su hijo esos valores. Los hechos actuales parecen confirmarlo. Aunque no sea cierta esa historia de su padre, en todo caso parece que nos dejamos engañar y permitimos que llegara a la Casa Blanca un hombre que comulga con ellos.

Anoche Stephen Colbert insinuó, en su estilo cómico cáustico, que para el fin de semana es posible que Trump no sea más presidente. Mike Pence recortó su viaje por Latinoamérica para acudir presto a una reunión en Camp David. Ya sé que no son hechos, tan solo figuraciones, pero es triste que este país se vea abocado a esta clase de especulaciones: ¿Será que renuncia? ¿Será que el Fiscal Especial está a punto de ordenar su enjuiciamiento? ¿Está delirante?

Hoy es jueves y no lo sabemos todavía, pero en medio de esta zozobra, es válido hacer un poco de ‘política ficción’ y tratar de imaginar qué está pasando por la mente de Trump.

Hoy veo que es posible que al enterarse de las verdaderas posibilidades de ganar las elecciones presidenciales el año pasado, Donald Trump pudo haber hecho el siguiente cálculo: “Nada hay más poderoso que la presidencia de los Estados Unidos. No tengo preparación para ejercerla, pero no importa, porque, aunque lo haga mal y termine en un juicio político, mi Vicepresidente me perdonará como hizo Ford con Nixon (nadie quiere ver a su presidente tras las rejas). Aunque eso suceda, podré regresar tranquilo a mi Trump Tower en Nueva York o a Mar-a-Lago y desde allí mis hijos y yo seguiremos recogiendo los frutos de mi nombre. Después del escándalo que he provocado, la marca Trump será la de mayor reconocimiento en todo el mundo, la más valiosa. Y, todos sabemos lo que una marca conocida puede hacer.

No importa qué haga o diga o cuánto daño ocasione Donald Trump, tras él siempre estará esa multitud de admiradores y aduladores que le seguirán con ceguera y convicción. Es la misma gente que siempre ha adorado al bully, al matón del barrio, al más rudo. Esa gente no dejará de quererlo y cada vez que aparece un personaje con las capacidades histriónicas y el carisma suficientes como este, encontrará quienes le sigan. Esa parece ser una condición inevitable de nuestra humanidad.
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Friday, August 11, 2017

El peligro del castrouribismo

Varias democracias de América Latina se ven hoy amenazadas por una sombra que se va extendiendo a medida que se aproximan las horas del atardecer de la democracia. Se trata del peligro del castrouribismo, una versión actualizada y muy bien estructurada de pensamiento que busca imponer una forma de autoritarismo dispuesto a modificar las reglas del juego para perpetuarse en el poder.

"El Gigante", ilustracion del autor
sobre la obra de Goya
En Venezuela se expresa a través del chavismo o del actual madurismo. En Colombia se manifiesta en el uribismo del Centro Democrático, en iniciativas como la del destituido procurador Alejandro Ordoñez o en la propuesta de convocatoria a una Constituyente que esgrime Piedad Córdoba. En Bolivia y Nicaragua la doctrina ya está impuesta y será difícil derrotarla, pues está incorporada a las mayorías.

En el castrouribismo conviven la izquierda y la derecha, es decir, lo castrista y lo uribista de nuestras sociedades. Una de las características de esta forma de pensamiento es que muchas personas prefieren tener en el poder a un gobierno que no dude a la hora de ejercer la fuerza y vencer a sus oponentes. Este autoritarismo no le pertenece a una ideología en particular. Las dictaduras de la doctrina de seguridad nacional de las décadas de los setentas fueron muy similares al régimen comunista de Cuba en el ejercicio del poder.

Lo que diferencia al castrouribismo de esas versiones anteriores de autoritarismo es que esta actualización sabe hacer uso de las herramientas de la democracia para imponerse y, una vez en el poder, provocar los cambios que permitan que ese partido o coalición o caudillo se perpetúe en el gobierno. Sus principales herramientas son los equipos de consultoría política, los estrategas que saben manejar el mensaje a través de las redes sociales y la inyección de ingentes cantidades de dinero es dicho plan. Esas estrategias permitieron sorpresas electorales en Gran Bretaña, Colombia, Estados Unidos y han puesto en peligro a otras sociedades.

Venezuela es un caso crónico. Durante los años de gobierno de Hugo Chávez y gracias a su carisma y el poder del petrodólar, se modificaron las estructuras del poder de manera que permitieron que, cuando se debilitó el proyecto, pudieron garantizar la permanencia de los chavistas en el poder. Aunque ya no cuentan con las mayorías que sostuvieron a Chávez, sí mantienen el control férreo del Ejecutivo, las Fuerzas Armadas, el Tribunal Superior de Justicia y el Consejo Nacional Electoral, lo que les permitió imponer una Asamblea Nacional Constituyente y mantener neutralizada a la oposición.

Nicaragua es otro caso similar de un régimen de izquierda que, siguiendo la más rancia tradición comunista, se perpetúa en la dinastía de los Ortega.

En Colombia el peligro tiene varias caras. Tanta insistencia de los uribistas respecto al peligro del castrochavismo que supuestamente nos impondrían las FARC desmovilizadas, ha permitido ver que el verdadero peligro está encarnado en quienes promueven versiones de autoritarismo de derecha o de izquierda, es decir, de castrouribismo.

En la derecha se va configurando una alianza que parece traída de los pelos de la historia: la fusión de religión y pensamiento conservador. Líderes políticos y pastores de iglesias se unen para imponerse a fuerza de fe. Sin temor alguno proponen recortar libertades individuales, como la libertad de pensamiento y de expresión, algo que se demuestra en sus ataques a la prensa, a la sátira política y la agresividad en las redes sociales.

En Colombia es tan severo el desprestigio del castrouribismo de Nicolás Maduro que Gustavo Petro se vio obligado a aclarar en un extenso video que su propuesta no se parece a la que ha conducido al fracaso económico de Venezuela. Falta ver si los electores le creen.

En todo caso, Colombia no debe olvidar que fue durante el gobierno de Álvaro Uribe cuando se manipuló al Congreso para aprobar una reforma política que permitió su doble mandato y el de su sucesor. Y su obsesión con el poder no cesa, pues desde su puesto en el Senado, sigue representando una fuerza política capaz de imponerse.

El peligro del castrouribismo está vivo y su semilla está sembrada en muchas conciencias que no necesitan ser compradas. La gran pregunta es si nuestras sociedades son capaces de impedir caer en sus garras.


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Friday, August 4, 2017

El abismo de la izquierda

A pesar del evidente fracaso económico y social que el madurismo representa, la izquierda latinoamericana insiste en defender lo indefendible. No alcanzan a reconocer el daño que se están causando a si mismos cuando apoyan al régimen de Nicolás Maduro y repiten a los cuatro vientos los manidos argumentos con los que este se sostiene, los mismos que durante décadas ha usado el castrismo en Cuba: todo es culpa del imperialismo. Cuando el modelo de socialismo del Siglo XXI que le presentan al mundo es un fracaso, ¿de dónde van a salir los deseos por reproducirlo en otras naciones?

"El veneno del poder", ilustración del autor.
Hoy parece que a los patrones del chavismo no les interesa sino sostenerse en sus puestos a toda costa, aunque eso implique pasar por encima de sus propios valores y de su propia gente.

Miles y miles de venezolanos se han movilizado a las calles y allí enfrentan a una Guardia Nacional Bolivariana que los reprime con fuerza extrema. A pesar de las imágenes que hemos podido ver, tomadas por los mismos venezolanos que están en el lugar de los hechos, los militantes de izquierda en América Latina no pierden tiempo para descalificar esas tácticas de lucha callejera en las que durante décadas ellos mismos fueron maestros. Así como ayer los gobiernos de derecha hablaban de terroristas en contra de los estudiantes de izquierda, hoy los izquierdistas acusan de paramilitares a los estudiantes venezolanos que protestan en las calles.

La izquierda parece no ser consciente del daño que se hace defendiendo a Maduro y Diosdado. Lo que hoy vivimos es similar a lo que ocurrió en tiempos de Stalin cuando los comunistas se negaron a condenar los horrendos crímenes que se cometían en la Unión Soviética o al ignorar los crímenes de la China de Mao Zedong o los fusilamientos de contrarrevolucionarios en la Cuba de Fidel Castro. Queda claro que para la izquierda, como para la derecha, lo que importa es el poder.

Es cierto que la derecha en nuestro continente ha sido funesta y cruel a través de la historia. Sin embargo, después de ejercer el poder y fracasar en la construcción de esa sociedad de justicia y solidaridad, la esperanza que para muchos representó la izquierda se diluyó en sus propias contradicciones y en su incapacidad para gobernar con responsabilidad y eludir las garras de la corrupción. A través de varias experiencias ha quedado demostrado que, sin importar la ideología, quien adquiere una cuota de poder y es susceptible a sus embelesos, se las ingeniará para llenarse los bolsillos y perpetuarse en su puesto.

Por eso creo que la defensa a ultranza del madurismo pone a la izquierda latinoamericana al borde del precipicio, pues sus contradicciones se hacen demasiado evidentes y es muy fácil para sus oponentes señalar con el dedo a los fracasos de la Venezuela de Maduro y la represión que ejerce contra su pueblo para desvirtuar cualquier propuesta que hagan.

Claro que también es posible un resultado contrario a lo que aquí se plantea. Esto en virtud de que vivimos en un mundo polarizado y facilmente manipulable en el que la palabra ‘cambio’ puede ser usada desde cualquier sector. Esa palabra fue la que puso a Chávez en el poder, la que sacó a Gran Bretaña de la Unión Europea y la que le dio Donald Trump al mundo. De la misma manera puede ser la palabra que saque a Maduro de Miraflores.

Hemos hablado con varios venezolanos que se reclaman porque no ha surgido entre la oposición un líder fuerte que logre unificarlos en torno a un mismo proyecto. El Opinón cree que la gran virtud de la oposición es su composición variopinta y diversa y que es preferible que no surja un nuevo Chávez de derecha. Lo que esperamos es que los venezolanos logren recomponer su democracia para que en ella puedan convivir todas las tendencias, en vez de tener a una que se impone a la fuerza sobre las demás, tal como sucede hoy.

En Venezuela es urgente un cambio en el ejercicio del poder, una salida que evite un baño de sangre antes de que se consolide la espuria Asamblea Nacional Constituyente que buscará perpetuar un modelo fallido y que eliminará el disenso.

Es peligroso para el continente que la izquierda no tenga reparo en promover y sostener un modelo autoritario que está dispuesto a alterar las reglas del juego a su antojo para perpetuarse, pues dan a entender que harían lo mismo. Y ya todos sabemos que eso solo favorece a los poderosos y corruptos, quienes pronto se olvidan de servir al pueblo y se dedican a llenarse los bolsillos. De ahí la urgencia del recambio y la rotación.


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Thursday, June 29, 2017

El cuento de las armas de las F/RC*

"Una daga de amor", dibujo del autor.
Aunque corramos el peligro de caer en lo cursi, permítasenos una licencia poética aquí en El Opinón: “Una daga de amor ha desangrado el corazón de la guerra”.

Es cierto: los colombianos hemos roto el mito de la guerra. Aunque tenemos serios problemas de seguridad y aún hay muchos guerreros en las calles y las veredas, los colombianos hemos comprendido que la guerra no es el camino al poder. Nos ha tomado un largo tiempo llegar hasta aquí, pero el éxito de este proceso de desmovilización de las F/RC*  (ver notas al pie de página)  es la mejor prueba de que esa idea ha calado hondo.

El pasado 27 de junio en Mesetas, Meta, se realizó la ceremonia de entrega o dejación de armas. A pesar de ello, el uribismo** ha lanzado una ofensiva a través de los medios y las redes sociales para desvirtuar la entrega de armas y sembrar dudas respecto a la honestidad de esta parte clave del proceso.

Es que en la búsqueda del poder es tan útil ganar como hacer perder al oponente. Por eso a cada paso los uribistas oponen rechazo, duda, inquina. No importa que para ello tengan que inventar malas cuentas o despertar fantasmas dormidos. Por eso han puesto en duda el prestigio de la ONU, el número de armas entregadas, exigen una foto de Timochenko entregando su pistola y se preguntan acerca de los olvidados fusiles de Montesinos.

Quedan por desenterrar las 900 caletas regadas por todo el país, pero son 7.132 el número de armas entregadas hasta ahora, según la comisión de la ONU que supervisa la entrega. Aun así, para los uribistas resultan muy pocas, pues según sus avezados estrategas militares, como la representante María Fernanda Cabal, cada guerrillero portaba al menos dos armas de dotación personal.

En El Opinón no creemos que cada guerrillero portara dos armas de dotación: eso es muy costoso, engorroso y pesado. Muchas deben estar enterradas en las 900 caletas, algunas seguramente desde los tiempos de El Caguán, cuando el número de guerrilleros iba en aumento y el dinero era mucho.

Las críticas de Álvaro Uribe a la ONU son las mismas que han surgido en años recientes desde Israel y la derecha en Estados Unidos: que es burocrática y de izquierda. Las burlas provocadas por las declaraciones de la representante Cabal a El Espectador por su error al revivir a la Unión Soviética, hicieron que se perdiera de vista lo absurdo de sus críticas. Cabal se olvidó de que la ONU es un organismo multilateral y que China y Rusia están en el Consejo de Seguridad desde su fundación para evitar la hegemonía de un solo país. Ese no es un error sino un acierto. Se olvidó de que Rusia no es comunista y que, así como Uribe está ideológicamente cerca de Donald Trump, del mismo modo lo está de Vladimir Putin. Pero aunque el garante fuera el Papa Francisco o la OEA, también dirían que son izquierdistas.

En cuanto a la foto de Timochenko entregando su arma, creemos que el uribismo espera ver esa  imagen como muestra clara de que las F/RC se han rendido y por eso mismo los ex guerrilleros no quieren darles el gusto. Su intención es pasar a la historia con honor, precisamente lo que los uribistas buscan negarles.

Respecto a los fusiles del fantasma Vladimiro Montesinos (¿quién le cree hoy a Montesinos?), el número de 10.000 siempre fue una suposición. Además, como afirmó el presidente Juan Manuel Santos, muchos ya deben estar en manos de las FF.AA. recobrados durante diez años de operativos. Pero, por mera lógica, ¿es posible imaginarnos a cada guerrillero portando dos y tres fusiles en cada marcha?

Pero esa aritmética (7.000 guerrilleros x 2 armas = 14.000 armas) no es sino un invento para sembrar un número en la mente de los colombianos y provocar una duda fundamental respecto a la honestidad de las F/RC, dando a entender que mantienen al menos la mitad de sus armas guardadas con el fin de volver a movilizarse.

¿Volver al monte?
Entendemos que exista gran desconfianza a todo lo que plantea esa ex guerrilla, dadas las experiencias anteriores como El Caguán y centenares de acciones que sembraron dolor entre los colombianos. Sin embargo, aquí en El Opinón nos preguntamos: ¿Será verdad que las F/RC guardarán armas para volver a movilizarse? La razón nos lleva a otorgarles el beneficio de la duda. Veamos.

El propósito político de las F/RC es el mismo que el del uribismo o los liberales: el poder. Los ideólogos de esa guerrilla nunca creyeron en la guerra insurreccional y eso quedó confirmado en las siglas que agregaron a su nombre: EP, Ejército del Pueblo. Después de cinco décadas de combates, sus líderes comprendieron que no lograrían construir un ejército revolucionario capaz de derrotar al ejército del Estado, respaldado por el poderío de Estados Unidos. No hay suficiente dinero para ello, excepto en dos prácticas horrendas que provocaron el rechazo rotundo de los colombianos: el ruin negocio del secuestro, y el narcotráfico, que ensucia y envilece todo lo que toca.

Así como es costoso construir un ejército, es igualmente costoso desmontarlo y procurar sobrevivir políticamente. Para los líderes de las F/RC no debe haber sido fácil convencerse primero y después a sus compañeros de la conveniencia de este camino. Eso debe haberles significado intensas luchas internas. La inversión de capital político al interior de sus propias filas no ha sido poca y no van a desperdiciar tanto esfuerzo.

Sigamos usando la lógica del poder. ¿Querrán los líderes de las F/RC traicionarnos y regresar al monte? ¿Sobrevivirían políticamente a semejante decisión? En El Opinón estamos convencidos de que no lo lograrían. La mayoría de sus ex combatientes, que ya están en camino a sus nuevas vidas y en contacto con sus familias, se desmontarían. Los pocos que regresarían al monte lo harían desmoralizados y conscientes de que las posibilidades de triunfar serían aún más remotas.

Les tomó cincuenta años llegar aquí. Les tomaría un siglo regresar a un punto similar y no hay cuerpo que aguante. Sería un suicidio político intentar regresar a la guerra. Quedarían condenados a una eterna marginalidad. De ahí que ni siquiera la supuesta ‘disidencia’ haya actuado con fuerza hasta hoy. De ahí que el ELN siga avanzando en sus propias negociaciones, aunque sea a los tumbos.

Ahora las F/RC tienen el reto de volcarse a tratar de convencer a los colombianos de la viabilidad y bondad de su propuesta política en un momento de la historia en el que el socialismo goza de tremendo desprestigio y en la vecina Venezuela ese proyecto se aproxima al desastre. Esa es una tarea más difícil que la guerra. En ella, el uribismo insiste en asustarnos con el coco del castrochavismo pero allí asoma el peligro autoritario.



Notas:

*Aunque no se conoce cuál será el nombre del partido en el que se habrán de convertir, propongo que durante este período intermedio nos refiramos a la ex guerrilla más antigua de Colombia, FARC, como las F/RC, pues ya han depuesto las armas.

**Con el fin de simplificar, en este artículo nos referimos al ‘uribismo’ y en él incluimos al Centro Democrático, a Andrés Pastrana, a Martha Lucía Ramírez, al destituido exprocurador Alejandro Ordóñez y demás miembros de esa alianza de derecha.


Tuesday, June 27, 2017

Colombia 2018: El peligro autoritario

No cabe duda de que en la mente de los colombianos sigue estando presente, como un fantasma, el proceso de paz que se firmó con las Farc y que el uribismo quiere modificar, el santismo proteger y el progresismo profundizar. Sin embargo, aquí creemos que es hora de usar la inteligencia política y realizar unas elecciones en busca de soluciones a los problemas prioritarios del país (inequidad, pobreza, corrupción) y admitir que este asunto de las Farc ya está en camino de ser resuelto y no es el más importante. El Opinón considera que sería un error muy grave volver a permitir que ‘el problema de las Farc’ sea lo que defina el futuro de Colombia.

"Desmovilizado", dibujo del autor.
Las elecciones de las Farc
En la historia reciente del país las Farc definieron los procesos electorales de Colombia desde el mandato de Andrés Pastrana hasta hoy. Se puede decir que a partir de la foto Pastrana-Tirofijo los colombianos votaron con esperanza o con rechazo profundo frente a un proceso de paz con las Farc.

Los dos mandatos de Álvaro Uribe fueron definidos por la guerra contra esa guerrilla. Juan Manuel Santos fue elegido como el continuador de la política de seguridad democrática que promovía Uribe. Su segundo mandato fue otorgado por la gente que confiaba en que se alcanzara a concretar el Acuerdo de La Habana.

Con eso suman cinco las elecciones decididas por las Farc: por miedo, con esperanza o directamente en contra de ellas.

Sin embargo, a este proceso electoral del 2018 esa guerrilla llega desarmada y en proceso de desmovilización. De hecho, será un partido político. Aunque ese es, de por sí, un hecho histórico que deberá consolidarse durante los siguientes dos mandatos presidenciales, ya no debería ser el factor que comande el voto.

‘Desfarcizar’ la política
En El Opinón creemos que este es el momento de sacar a relucir la inteligencia política y aplicarla. Creemos que es hora de ‘desfarcizar’ la política en Colombia y aprender a hablar con un nuevo discurso que no esté centrado en el conflicto armado –que ya ha sido derrotado en la mente y los corazones- sino en los verdaderos retos económicos y sociales que enfrentamos.

Por supuesto que hay importantes retos de seguridad pendientes y que ‘la paz’ no es un lugar a donde se llega sino un camino que se recorre cada día. Pero hay que reconocer que ese dilema estuvo centrado en las Farc durante años y esa guerrilla, como tal, ya no existe.

Si permitimos que el discurso lo vuelvan a manipular una vez más los oponentes del Acuerdo con las Farc; si volvemos a dejar que vuelvan a dividir la opinión entre ‘los que están con la paz o con contra ella’; si volvemos a comernos el cuento de que lo más importante para nosotros es definir lo que debe suceder con los ya desarmados exguerrilleros de las Farc; en cualquiera de estos casos, caeremos en la trampa populista con la que quieren encerrarnos para empujarnos a cometer un nuevo error.

El peligro autoritario
El poder busca perpetuarse. La misión de quien detenta el poder es garantizar su continuidad en él. Por eso el populismo de hoy (de izquierda o de derecha) es una herramienta tan poderosa y ha logrado estruendosos éxitos: el Brexit, la elección de Trump, el Plebiscito en Colombia, la actual situación de Venezuela. Esos son algunos de los ejemplos de los resultados que se pueden obtener con la manipulación de la opinión con las herramientas de esa nueva forma de populismo.

En Colombia, la estrecha visión que nos proponen (paz o guerra) abre las puertas para que los propagandistas del terror y los creadores de imagen política se centren en ese tema y vuelvan a manipular el voto de los colombianos. Esa es una puerta amplia hacia el autoritarismo.

En nuestro parecer el uribismo comete un grave error al centrar el dilema electoral en el Acuerdo con las Farc, pero entendemos que es una herramienta fácil de manipular y muy útil para recaudar votos. Sin embargo, sería irresponsable e históricamente erróneo incitar al voto como si la hubiese que definir ‘en contra o a favor de las Farc’.

Lo irónico de ese pensamiento y de la supuesta ‘amenaza castrochavista’ es que son ellos mismos, los uribistas, quienes están abriéndole la puerta a esa posibilidad con su insistencia en ese miedo. Agitar el cascabel del castrochavismo tiene el potencial de conducirnos hacia un gobierno autoritario de derecha en poder de la alianza en torno a Uribe, pero también puede provocar una reacción visceral del votante que le abra las puertas a un progresismo de izquierda más agresivo, precisamente su mayor temor.

Desde esta tribuna queremos promover una discusión más madura, razonable y adulta acerca de los verdaderos problemas del país y cómo resolverlos: inequidad, pobreza, corrupción. Los retos son económicos, sociales, educativos, de salud, de oportunidades, de desarrollo, de seguridad. Allí deben estar los debates y las propuestas. No en la regurgitación de un proceso político-militar que ya concluyó y que hoy se está consolidando.

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Tuesday, May 30, 2017

‘Glitches’ de nuestra era digital

Estoy seguro de que a usted le pasa algo parecido. A mi acaba de ocurrirme de nuevo. Estaba leyendo un libro, uno de esos viejos y venerados objetos que fueron graciosamente abaratados gracias a la invención del gran Gutenberg, y me encontré que necesitaba saber la hora. En vez de buscar el reloj de pared que tengo en frente, mis ojos derivaron inconscientemente hacia la esquina inferior derecha. Allí suele estar siempre expuesta la hora y la fecha en la pantalla de mi computador. En el papel, por supuesto, lo único que había era el número de página: 227.

Era digital, dibujo del autor
Otras veces, cuando leo un periódico o una revista, me descubro “apretando” con el dedo una palabra a ver si aparece el pequeño menú que me da la opción de definir su significado, algo que se ha hecho común en los celulares. Aunque mantengo a mano siempre un lapicero y mis muchos cuadernos, y me esfuerzo deliberadamente en mantener vivos los gestos análogos de mi existencia –escribir y dibujar a mano--, en más de una ocasión me habría gustado tener el poder de pasar el índice sobre un texto, guardar su contenido en una memoria temporal alojada en la uña o en los anteojos, no sé, y transferir el dato sin esfuerzo a mi cuaderno con otro gesto del dedo. Eso aún no sucede, pero cuando se popularice el papel digital, supongo que también se transformarán los medios impresos.

Ver televisión, algo que he hecho de manera analógica durante décadas, se ha visto trastornado por la irrupción de YouTube y Netflix y todos los nuevos medios interactivos de transferencia de video. Quedarme esperando a que pasen los comerciales sin poder acelerarlos o pasar de largo a través de ellos ha hecho de la experiencia de ver televisión algo que genera ansiedad.

Ni se diga cuando hay que esperar una semana para ver el siguiente capítulo de una serie o cuando llega el momento de los comerciales: ¿Dónde están los controles de video para adelantar? Cuando quedamos condenados a que la historia siga su propio ritmo entramos casi en pánico.

Recuerdo que cuando mi hija era una pequeña niña que crecía en un mundo de DVDs, solía pedirme a gritos que repitiera la acción que le había hecho reír. Do it again, do it again, me decía y yo trataba de explicarle que la vida no es como un DVD: Lo que ya pasó, pasó. No hay cómo volver a vivirlo sino en la memoria, le respondía sin lograr convencerla. Ella insistía: Do it again. Si la complacía, su segunda risa era una réplica de su felicidad original.

Cuando íbamos por la carretera en viajes largos y comenzaba a aburrirse, me preguntaba desde su pequeño asiento cuándo tendría suficiente dinero para cambiar mi viejo carro y comprarme una de esas modernas vans que ella veía pasar y envidiaba porque tenían pantallas de video en los respaldos de los asientos y sus pasajeros podían ver sus películas.

La verdad es que nunca llegamos a comprar una de esas camionetas con pantallas de video. En cambio, lo difícil hoy es convencerlas a ella o a sus hermanas de que levanten la mirada de sus celulares cuando vamos en el carro. Miren el mundo, vean por la ventana, a la realidad, les recomiendo. Y es que no quitan la vista de sus celulares. Por eso cuando uno les pregunta dónde estuvieron o dónde queda el norte o que nos den una dirección a la casa de sus amigos que ya visitaron, no lo saben, les insisto.

No las culpo. ¿Cuántas veces en los últimos días he tenido que pitarle al vehículo que va adelante porque no arranca después de que el semáforo ha cambiado a verde? Hoy los conductores leen de sus celulares mientas conducen por la autopista. Y cuando hay congestión, ni se diga. Esos tiempos vacíos que antes solían llenar la radio o una buena conversación, hoy se ha transformado en una escena de trabajo o de lectura que poco tiene que ver con el acto de conducir. Por eso estoy convencido de que los vehículos autónomos serán un éxito instantáneo una vez que sean aprobados: la gente prefiere actualizar su Facebook o mirar Netflix en vez de preocuparse por el recorrido, el paisaje o quienes viajan a su lado.

Como estas, hay muchas situaciones en las que el mundo digital ha irrumpido en los territorios de la realidad física. ¿Qué ocurre con los periódicos de papel? ¿Qué paso con las cadenas de televisión? ¿A dónde han ido a parar las librerías del barrio? ¿Qué ha pasado con las llamadas telefónicas y las conversaciones en un café? No han desaparecido pero se han reducido de manera drástica. Cada uno de nosotros puede hacer sus cuentas.

Pero, no hay que desesperar: el mundo análogo no va a desaparecer. En contraste con estos glitches de nuestro tiempo, hoy hay un auge tremendo del teatro. Yo creo que se debe, en parte, al hecho de que, en el fondo, lo que todos queremos es la experiencia humana. Ir a las tablas nos da la oportunidad de retornar al espacio donde se han concentrado todos los seres humanos a lo largo de la historia: en torno al fuego, en el anfiteatro, en el templo o la sede del sindicato, en el salón de clase o el estadio, allí donde nos contamos historias.

El mundo digital se ha inmiscuido en nuestra realidad análoga y la está transformado. Al mismo tiempo, más elementos de nuestra realidad se van transfiriendo al mundo digital. Cada día hay más elementos que nos atormentan o nos alegran, pero con el tiempo aprenderemos a movernos entre ambos mundo sin notar el tránsito. Así seguiremos transformándonos en seres duales que vivimos un poco aquí, entre átomos, y otro poco allá, entre fotones y electrones. Pero nada reemplazará una buena fogata con amigos, una cena a la luz de las velas o una noche de teatro.


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Monday, May 15, 2017

La mirada y el piropo

Lo admito, me encanta mirar a la mujer bella: en la calle, en el tren, en el bus, en el cine, en la tele, en mi casa, en mi cama. Cuando la miro, no siempre veo ‘su belleza interior’ ni tampoco la veo siempre de manera integral. Como los hombres que me leen entenderán, tengo la capacidad de ‘parcelar’ su belleza: me gusta esa curva de su cadera o sus pantorrillas o esa boca de labios gruesos o el abismo que estratégicamente construye con su blusa y su sostén en el pecho. Me gustan los detalles y puedo separarlos del individuo que los lleva.

"Close up or close down?", dibujo del autor.
Es una falla moral, según el feminismo, lo entiendo, pero es una habilidad o capacidad que me parece innata entre los hombres. No es una construcción cultural –aunque la cultura la exacerba- sino una característica implícita en el ojo del varón. Tanto que cuando vemos una curva de mujer, es difícil resistirse a girar la cabeza para confirmar si es cierta y disfrutar de la visión.

En mis años mozos, era un reto entre amigos aprender a lanzar piropos. Hasta hace unas pocas décadas esto era considerado parte del aprendizaje de ser hombre, pues se suponía que era una herramienta para la seducción y la conquista. Decirle a una mujer que era bella o que tenía los atributos que a uno le gustaban era, supuestamente, una forma de despertar su interés. En público, el resultado siempre fue desastroso. Reconozco que jamás un piropo despertó algo más que su indiferencia, una incómoda mirada de desprecio o un sonrojo. Mis amigos tampoco me reportaron que un piropo les haya logrado una mujer. Sospecho que debe haber excepciones, tal vez porque a ella ya le gustaba el caballero.

Decir piropos o resaltar la belleza de una mujer es una práctica que ahora reservo para mi pareja y que hago con cierto margen de privacidad. No es por temor. Al contrario: a mis años, sé cómo decir mejor las cosas, pero he decidido no hacerlo porque no quiero incomodar. Estoy seguro de que los neomachistas deben estar pensando que las mujeres me castraron y que me han arrebatado un derecho natural. Dejaré que piensen lo que quieran.

Mi experiencia cerca de las mujeres me ha enseñado algo que en mi juventud me era insospechado: para ellas, una mirada lasciva en público o una frase lisonjera cuando van por la calle no les resulta gratificante. Al contrario, esos son gestos que les incomodan e incluso les resultan agresivos.

La defensa de los hombres suele ser en este tono: “Bueno, pero entonces, ¿por qué se pone esa falda tan corta o un escote si no es para llamar la atención?”. Aunque lo hagan para llamar la atención, su propósito no es provocar una agresión, y eso es lo que muchas veces acabamos haciendo con la mirada o con la palabra. Reconozco que es muy difícil evitar mirar a una mujer bella que además hace alarde de esa belleza, pero, ¿no es posible hacerlo sin ofender o agredir?

Esta protesta la he visto en documentales feministas, pero la he recibido mejor de parte de mis hijas, que me han explicado cómo se sienten ofendidas, humilladas y agredidas cuando les dicen cosas al pasar o cuando las miran con exagerado interés. Las he escuchado hablar con sus amigas y, hasta hoy, no he escuchado a la primera de ellas que diga que le gusta.

Me parece que es un pequeño pero importante aporte aprender a ser discretos sin perder las libertades. Me parece que es posible encontrar un equilibrio entre disfrutar de la belleza que pasa a nuestro alrededor en el mundo pero sin que en ello se nos vayan la mirada y la vida.

Creo que este es un pequeño ejemplo de la revolución que nos falta completar a los hombres. Después de las conquistas de la mujer, nosotros no hemos aprendido a establecer nuevos caminos de comunicación y crecimiento. Creo que las mujeres ganaron mucho y aún deben ganar más en equidad, pero falta descubrir, aprender y desarrollar los nuevos roles que como hombres debemos ocupar en la sociedad, ya no como el macho de la pareja, sino como el compañero y aliado.

La reacción contra el feminismo ha provocado una oleada de neomachismo, pero sus alcances pueden ser limitados si desde nuestra trinchera personal hacemos la tarea. Son muchas las cosas que podemos modificar para asociarnos mejor a las mujeres empoderadas de hoy sin necesidad de confrontarlas, agredirlas o destruirlas. Los hombres tenemos el deber de dejar de ser opresores y debemos aprender a convivir sin por ello perder el ímpetu constructivo que nos caracteriza.


De modo que, mirar, sí, pero sin ofender.

Wednesday, March 8, 2017

Un manifiesto escrito el Día de las mujeres

Neutral. Como periodista me piden que sea neutral, que no me inmiscuya en las batallas, que no me meta *, que deje que las cosas sigan su curso y yo simplemente ‘reporte’. Que no opine, que mantenga en silencio mi forma de ver las cosas y tan solo describa los hechos como son, sin interferencias propias, con plena objetividad.

No, no se puede ser neutral frente a ciertas cosas en el mundo. Hay asuntos que requieren de adjetivos, de ciertos tonos de voz, de descripciones que vayan un poco más allá, que le otorguen al relato un nivel más de profundidad, algo que humanice la acción, que la acerque al oyente/lector. Me declaro impedido –por principio, aunque no imposibilitado—de indiferencia: no puedo pasar describiendo los sucesos del mundo sin sentir que formo parte de él.

En las crónicas es valioso el aporte del observador. El narrador incluye descripciones más detalladas de los acontecimientos y de los actores que los viven. La crónica puede establecer un contacto íntimo con la audiencia, con ella se puede entrar a mundos diversos, ajenos, difíciles de entender de otra manera. Pero el cronista se revela, se deja ver, no huye del relato, no se declara ajeno: participa.

En la opinión, en cambio, en El Opinón, aunque intente ser objetivo en sus análisis y aunque eche mano de todas las herramientas narrativas a su disposición, el escritor es un actor de la historia, se muestra con su personalidad y se deja ver sin cortapisas, sin tapujos, sin ocultamientos. El lector en ese caso no espera neutralidad, no espera indiferencia: lo que espera es pasión, integración, compenetración o rechazo de lo que el autor manifiesta. En este caso la audiencia busca identificarse por similitud o por oposición, pero no quiere que El Opinón permanezca ajeno a los hechos o a lo que el lector espera.

*¿Ha visto usted fotografías de la hambruna en Biafra? Cuando se piensa en ‘niños hambrientos’ y se recuerda alguna de aquellas imágenes de absoluta tristeza e indignidad, la mayoría de las personas hoy vivas tienen en su memoria una de esas fotografías de aquella horrible hambruna ocurrida en esa provincia nigeriana. Aunque Sudán del Sur se acerca peligrosamente hoy a replicarnos esa situación y el mundo, en cambio, sigue obsesionado con el peligro que representan el presidente Trump y el zar Putin. Lo que quiero resaltar es que esas fotos son trascendentales y no habrían sido posibles ni habrían cambiado el mundo si los reporteros gráficos que la documentaron se hubiesen dejado arrastrar por la desesperación y la angustia que les ocasionaba ver tanto dolor. Su trabajo era reportar, mostrar, dejar que el mundo supiera y nunca olvidara. Neutral, absolutamente neutral, esa también es una actitud y un valor supremo del periodismo que respeto en toda su dimensión. Cuando me toca, lo hago así, pero aquí no: aquí yo estoy expuesto a fondo.

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Monday, February 20, 2017

Trump, Putin y la Nueva Cruzada: Manual para entender a Donald Trump III

En esta entrega tratamos de demostrar el vínculo ideológico que ha convertido a Donald Trump y Vladimir Putin en aliados.
Flynn, en el centro a la izquierda sentado al lado del presidente ruso Vladimir Putin at en un evento el año p[asado para celebrar el 10o aniversario de RT, la cadena de noticias y propaganda del Kremlin. (Michael Klimentyev/Sputnik via Associated Press)

En pleno día de San Valentino, en Pennsylvania Avenue, en vez de la celebración romántica y cursi tradicional, se sufrió la partida de un gran amor: renunció el ex general Michael Flynn, uno de los ideólogos del presidente Trump. En un día diseñado para la dulzura del chocolate y el aroma de las rosas, en el corazón de Washington DC se saborearon amarguras.

La pesada nube rusa que pende sobre la Administración de Donald Trump luce oscura y la Casa Blanca hace esfuerzos denodados por hacerla desaparecer. La renuncia del asesor de seguridad nacional marca el primer punto de inflexión para la Administración Trump.

Antes y durante la elección presidencial, la presencia del ex general Michael Flynn era una extraña figura que acompañaba al Candidato y le daba un cierto toque de exotismo, con sus relaciones con Ucrania y Rusia y con esa fama de consumir y admitir las más extrañas conspiraciones. Ex empleado del régimen de Rusia a través de la cadena de propaganda y noticias RT, Flynn llegó con aroma a vodka a la Casa Blanca.

Una vez confirmado el triunfo de Trump, el anuncio de que Flynn sería el consejero de seguridad nacional –uno de los cargos estratégicos más importantes del gobierno en EEUU-, la historia comenzó a volverse surreal. ¿De veras Donald Trump iba a poner a ese personaje a susurrarle tan cerca del oído, tanto que sus palabras serían capaces de opacar las demás?

No solo era cierto sino que iría todavía más allá: durante semanas, el único reporte de inteligencia que recibió el Presidente electo fue el de Michael Flynn. Es decir, él fue el encargado de ofrecer al futuro presidente la información que usaría para determinar quiénes serían sus colaboradores y cuáles serían sus propiedades en materia de seguridad nacional y relaciones internacionales: de ese tamaño era su responsabilidad.

En otras palabras: Flynn ayudó a determinar cuál sería la dirección que tomaría el gobierno de Donald Trump. Todas las decisiones tomadas en esos días cruciales estuvieron marcadas por los consejos y asesorías del ex general.

¿Por qué el ex general y sus secuaces buscan acercarse a Rusia, el enemigo tradicional de EEUU durante el siglo XX en detrimento de sus aliados europeos? En El Opinón creemos que Trump y Putin creen que juntos pueden enfrentar lo que ellos consideran la guerra que define nuestro presente y marcará nuestro futuro: la Nueva Cruzada, un enfrentamiento total con el mundo del Islam.

Flynn no era el único anti-islamista en la Administración. También lo es Steve Bannon, el más cercano consejero del Presidente, la Eminencia Gris, el poder detrás del poder. Sus preferencias ideológicas no han estado ocultas sino que han estado a la vista desde hace años. Una pequeña búsqueda en Google con las palabras “Bannon islam” trae una hilera larga de artículos recientes y antiguos en los que se referencia, entre otras cosas, su película, pero el más preciso de todos es este titular de Independent: “Steve Bannon allegedly said he 'believes the West is at war with Islam'”.

Tal cual: ese es el propósito a largo plazo del gobierno de Donald Trump: la guerra entre Occidente y el Islam. Y, para hacerla, su mejor aliado es Vladimir Putin, porque él no se detiene a pensar en las minucias del bienestar social o el altruismo. Putin es un líder frío y calculador que está dispuesto a correr los riesgos que considere necesarios para lograr sus objetivos. En este momento me viene a la memoria el terrorífico asalto al Teatro Dubrovka en Moscú y el aún más terrorífico asalto para recuperarlo en el que las fuerzas especiales rusas no lo pensaron dos veces para usar un gas que, ciertamente eliminó la amenaza, los 40 atacantes chechenos que habían sobrevivido, pero también mató a 125 de los rehenes.

Ese es el tipo de aliado que Trump quiere y no el que hoy aún gobierna en Europa y que en Estados Unidos tuvo a su último y más claro representante en Barack Obama: el multilateralismo. Para el magnate de Nueva York, busines is business. Para Putin el poder es el poder.

Lo más peligroso de todo es que los islamistas radicales –quienes tienen una agenda geopolítica equivalente- van a jugar un papel fundamental en este juego de estrategias, porque a ellos, más que a nosotros, les conviene una confrontación directa con Occidente. Ese es el alimento para su máquina de guerra. Lamentablemente, uno no puedo sino suponer, como suelen decir los funcionarios de la CIA y del FBI, que el tema no es si van a atacar, sino cuándo. De hecho, aquí hay una declaración en la cadena Fox News del mismo ex general Flynn en la que dice exactamente eso: “Not if but when” y admite estar asustado por ese enemigo. Ciertamente un ataque terrorista en EE.UU. aceleraría ese proceso de manera impresionante.  

A esto hay que agregarle que ideológicamente Bannon, Flynn y Putin, además de una buena parte del Partido Republicano, son hermanos en otros asuntos como su fe religiosa, su moralismo y el desprecio por la diversidad. De ahí que los supremacistas blancos hayan recibido el impulso que les dio la campaña de Trump.

No sabemos si la alianza Putin-Trump se va a lograr. Al fin de cuentas, en la memoria de muchos políticos republicanos y demócratas aún permanece vivo el recuerdo de la URSS y la Guerra Fría, y esos son un odio y un miedo que aún viven en muchos de ellos. Pero para las generaciones posteriores es una mera referencia en los libros de historia y las películas de espionaje. Además, para muchos políticos lo que importa es el pragmatismo. He ahí que Mike Pence, Paul Ryan y Mitch McConnell no han intentado frenar los planes del nuevo gobierno.

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Tuesday, January 31, 2017

La guerra contra los medios: II- Pequeño manual para entender a Trump

Donald Trump, el hombre más mediático que ha llegado a la política, emprendió desde el primer día de campaña una guerra contra los medios de comunicación y esta solo ha arreciado desde el momento que se hizo presidente. Sin embargo, su propósito no es destruirlos –ya que son su mejor herramienta de propaganda- sino neutralizar el poder de indagación que tiene la prensa y manipularla para su beneficio.

Trump no es el primer líder populista en utilizar esa estratagema, pero sí ha sido el más efectivo y el que mejor conoce la manera de hacer que todos los medios, los que están a su favor pero, en especial, los que están en contra, trabajen para él.

Un ejemplo cercano de esa estrategia que conocemos los latinoamericanos es Venezuela, que ha aprendido muy bien de la escuela de control social y la sociedad policial que durante décadas ha desarrollado el régimen comunista de Cuba y que Hugo Chávez supo muy bien aprovechar. Hoy, casi dos décadas después de su llegada al poder, la gran mayoría de los periódicos, canales y recursos de información están en manos del Estado o de aliados del chavismo. Los medios que aún se atreven a oponerse al régimen tienen media mordaza en la boca (la vigilancia permanente del Estado, que controla el lenguaje y el tipo de información que se puede publicar) y una mano atada a la espalda por la falta de recursos (los dólares los maneja el Gobierno).

De modo que Venezuela es un ejemplo parcial de lo que podría llegar a pasar con los medios de comunicación en EE.UU. Sin embargo, sirve como advertencia y acicate para evitar algo similar aquí.

En la guerra por “la verdad y los hechos”, la iniciativa está en el campo de Donald Trump. La mayoría de los medios están trabajando en modo reactivo, puyes apenas si alcanzan a reaccionar a los permanentes acontecimientos mediáticos generados por Trump y los constantes ataques que él y sus mensajeros lanzan. Cuando las juntas editoriales y los columnistas responden a un tuit del presidente, ya es tarde. Cada una de las escaramuzas que hemos visto ha sido ganada por él.

El problema radica en que no hemos asimilado el objetivo del Presidente, cuál es su propósito en esta pelea contra el The New York Times, el Washington Post, CNN, MSNBC, el Huffington Post, las estrellas de Hollywood, en fin, the liberal media.

Donald Trump no quiere destruir a esos medios. Los necesita. Al fin de cuentas son su caja de resonancia, son los multiplicadores de sus palabras y de sus ideas, los propagadores del miedo y la desazón en los que naufraga la mitad del país y el resto del mundo. Si los medios decidieran un día boicotearlo y dejar de repetir su mensaje, si en un acto de heroísmo colectivo todos decidieran ignorarlo (algo casi imposible, lo sé), a partir de ese momento el agua comenzaría a retornar al molino. Como eso no va a suceder, hay que tratar de comprender su objetivo y actuar en consecuencia, con ese conocimiento en mente.

Cada vez que Donald Trump y sus voceros lanzan un ataque contra un periódico, contra un periodista en particular, contra un canal, lo hace de una forma deliberada que él conoce muy bien y le produce dividendos inmediatos, precisamente a través de la reacción que obtiene de los medios.

Veamos* en detalle qué logra Trump con cada una de esas peleas:

--Mantiene la iniciativa
--Neutraliza a los medios y los mantiene en modo reactivo
--Distrae del tema en cuestión y pone el foco en el mensajero
--Convierte al medio en ‘el enemigo’
--Consigue la multiplicación viral de su mensaje (y del insulto)
--Incrementa el nivel de miedo/desprecio en la oposición (su alimento)
--Reina la confusión y la impotencia en los opositores (se enojan)
--Agita a sus seguidores, que ahora lo adoran más (su sustento)
--Dejan de escuchar/leer/creerle al medio: solo escuchan al jefe
--Como no cambia ni corrige ni se disculpa, luce todavía más poderoso
--Los que se sienten ofendidos e indignados lucen débiles y blandos
--Desgasta la credibilidad del medio: se hace inmune a las críticas
--Trump luce ganador; el oponente luce perdedor

*Nota: Esta es una lista parcial de beneficios, apenas lo que alcanzo a compilar por ahora. Habrá más a medida que pase el tiempo. Además, es apenas una enumeración sin explicación. Hay mucho para decir de cada punto. Quizás sea trabajo para el futuro de este Pequeño Manual.

Como todas las buenas guerras, esta es una que los protagonistas no quieren que acabe. Mientras más dure, más les favorece. En este caso, Trump es el equivalente al industrial dueño de las fábricas de armamento que se beneficia de que la guerra continúe, pues es lo que le permite seguir produciendo y ganando. Él no busca aplacar a los medios y vencerlos ni romperles la columna vertebral. Si la guerra terminara, acabaría su existencia. De modo que él mismo se encargará de mantener este ritmo de combate y querella.

Por otra parte, irónicamente a los medios les ha resultado muy conveniente mantener esta pelea cazada y sostenerla con intensidad. El beneficio es mutuo: Trump se ha convertido en la mejor fuente de sustento de los canales y los periódicos, el generador de ratings y audiencias. En el fondo, los inversionistas deben estar agradecidos por lo que ocurre, pues aunque Trump les resta influencia, a la larga les incrementa la relevancia. Claro, siempre y cuando no se sature al público.

Esta contraparte del fenómeno debe ser evaluada con más atención, pues en ello se juega el valor moral y ético y el papel del periodismo. Los efectos pueden tener grandes consecuencias a futuro en cuanto al rol que juegan los medios en la sociedad. Eso, sin embargo será materia futura para El Opinón.


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