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No, no se puede ser neutral frente a ciertas
cosas en el mundo. Hay asuntos que requieren de adjetivos, de ciertos tonos de
voz, de descripciones que vayan un poco más allá, que le otorguen al relato un
nivel más de profundidad, algo que humanice la acción, que la acerque al
oyente/lector. Me declaro impedido –por principio, aunque no imposibilitado—de indiferencia:
no puedo pasar describiendo los sucesos del mundo sin sentir que formo parte de
él.
En las crónicas es valioso el aporte del
observador. El narrador incluye descripciones más detalladas de los
acontecimientos y de los actores que los viven. La crónica puede establecer un
contacto íntimo con la audiencia, con ella se puede entrar a mundos diversos,
ajenos, difíciles de entender de otra manera. Pero el cronista se revela, se
deja ver, no huye del relato, no se declara ajeno: participa.
En la opinión, en cambio, en El Opinón, aunque
intente ser objetivo en sus análisis y aunque eche mano de todas las
herramientas narrativas a su disposición, el escritor es un actor de la
historia, se muestra con su personalidad y se deja ver sin cortapisas, sin
tapujos, sin ocultamientos. El lector en ese caso no espera neutralidad, no
espera indiferencia: lo que espera es pasión, integración, compenetración o
rechazo de lo que el autor manifiesta. En este caso la audiencia busca identificarse
por similitud o por oposición, pero no quiere que El Opinón permanezca ajeno a
los hechos o a lo que el lector espera.
*¿Ha visto usted fotografías de la hambruna en Biafra?
Cuando se piensa en ‘niños hambrientos’ y se recuerda alguna de aquellas
imágenes de absoluta tristeza e indignidad, la mayoría de las personas hoy
vivas tienen en su memoria una de esas fotografías de aquella horrible hambruna
ocurrida en esa provincia nigeriana. Aunque Sudán del Sur se acerca
peligrosamente hoy a replicarnos esa situación y el mundo, en cambio, sigue
obsesionado con el peligro que representan el presidente Trump y el zar Putin. Lo que quiero resaltar es que esas fotos son trascendentales y no habrían sido posibles
ni habrían cambiado el mundo si los reporteros gráficos que la documentaron se
hubiesen dejado arrastrar por la desesperación y la angustia que les ocasionaba
ver tanto dolor. Su trabajo era reportar, mostrar, dejar que el mundo supiera y
nunca olvidara. Neutral, absolutamente neutral, esa también es una actitud y un
valor supremo del periodismo que respeto en toda su dimensión. Cuando me toca,
lo hago así, pero aquí no: aquí yo estoy expuesto a fondo.
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