23 de enero: Cruce de ejes
Por Juan Pablo Salas para El Opinón
Desde 1959 en América
existen dos ejes: uno pasa por Washington y el otro pasa por La Habana. A veces
los dos ejes funcionan de manera independiente, sin incomodarse, pero hay otros
momentos en que se cruzan, chocan, se enfrentan. Este 23 de enero es uno de
esos días. Y, Caracas y Bogotá son el escenario. Así lo ha sido durante
décadas, pero pocos días en nuestra historia están tan cargados de
posibilidades como este.
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El eje de
Washington-Bogotá ha sido consistente en sus lealtades históricas. Bogotá ha
sido desde el Siglo XIX el camino para poner las cosas en orden para el Hermano
Mayor que habita al norte*. En esta jornada tan especial para nuestros hermanos
venezolanos, Bogotá es instrumental. Y, la izquierda y la derecha ponen, cada
una, sus fichas en el tablero.
Todas las piezas están
sobre el tablero y se han hecho visibles. Las jugadas de los estrategas de
ambos lados han sido magistrales, y, como en toda partida, hay ganadores y
perdedores. Es cierto: el 23 de enero trae vientos de cambio, y estos soplan en
Caracas y no en Washington. ¿Cómo dice el chef? Vamos por partes.
El Eje La Habana-Caracas
Cuba, con su economía en
ruinas gracias a los 60 años de dictadura comunista, subsistió al comienzo
gracias al subsidio que la unión Soviética le dio, pues se había convertido en
una práctica ‘cabeza de playa’ en el ajedrez de la Guerra Fría. Al caer la URSS
y cesar el ingreso de millones de rublos que falsificaban las cifras del
castrismo, tomó un tiempo hasta que La Habana se recobrara y encontrara una
nueva vaca para ordeñar.
Esta llegaría años más
tarde de la mano de Hugo Chávez, un coronel ideologizado, con carisma y
simpaticón, mediático y ambicioso. Desde entonces Cuba se ha sostenido gracias
al petróleo venezolano, lo que le ha dado un cierto margen de aparente
prosperidad. Con el paso del tiempo, la relación que se establece no es táctica
sino estratégica: Caracas sostiene a La Habana y además se convierte en su
puerta de entrada al Continente. El castrismo deja (!Por fin!, dicen en La
Habana) de ser una isla y se expande a sus anchas en un territorio ansioso de
cambio y oportunidades, obsesionado por las desigualdades inhumanas.
En el juego geopolítico,
ambos gobiernos se unen y se abrazan. Venezuela tiene la cartera; Cuba tiene el
know-how. Chávez le paga a Fidel con petróleo la seguridad, la inteligencia y
los conocimientos necesarios para gobernar a sus anchas. Cuba sobrevive, crece,
alimenta a su pueblo y sueña con transformar el continente a su antojo. Pronto
se replican los émulos de Chávez en una tierra tan propensa a los caudillos.
Correa, Evo, Ortega, incluso los Kirchner. Lula se asocia, se integra, se la
cree. El eje de La Habana prospera y crece.
Todo sigue su curso
hasta que suceden dos acontecimientos trascendentales, uno económico y otro
biológico: el petróleo cae de precio y Hugo Chávez se enferma de cáncer. La
catástrofe no demora en ocurrir, pero sus consecuencias aún nos agobian: hoy
cientos de miles de venezolanos recorren hoy las carreteras, calles y
aeropuertos del continente en busca de una oportunidad que les ha sido negada,
como durante décadas lo fue para nuestros hermanos cubanos. Y, hoy, 23 de
enero, millones más se manifiestan en una jornada que le dará la vuelta a los
acontecimientos por venir.
La Habana y Caracas
culparán a Washington, como es costumbre, pero esta vez el discurso del
“bloqueo” no les servirá. Hasta hoy nadie, pero nadie les ha comido el cuento
ese de la ‘guerra económica’. Las falencias del modelo económico se han hecho
visibles, aunque algunos nostálgicos de la izquierda latinoamericana se nieguen
a admitirlo. La debacle es totalmente culpa de dos factores: primero, la
absurda idea de que un grupo de ‘sabios honestos’ será capaz de dirigir de
manera centralizada el acontecer de producción y consumo de millones de
personas, y, segundo, que los ‘sabios’ serán honestos. El modelo falla cuando
ignora -por su naturaleza imaginaria- que la corrupción es un daño inherente al
ser humano y que es el mal más difícil de desentrañar y tratar. No hay medicina
ni oración que sacie el corazón de quien ansía más poder.
En otras palabras: hasta
aquí llegamos gracias a la ineptitud o la ingenuidad o la avaricia de los
funcionarios que ocupan los puestos de poder en La Habana y en Caracas. Es que
todos nos hemos dado cuenta de que la centralización de la economía, y el
intento de una burocracia para controlarla, va en contra de la naturaleza
humana. Puede que las revoluciones comunistas triunfen en las trincheras, pero
jamás tendrán éxito en las fábricas, los campos o las ciudades. No porque el
colectivismo sea una quimera, sino porque los líderes del colectivo son
susceptibles a la corrupción.
El Eje Washington-Bogotá
Aunque comencé con una
crítica al Eje de la izquierda, no crean que es porque comulgo o santifico al
Eje de la derecha. Los crímenes de este otro lado son numerosos y no han cesado
ni acabarán este 23 de enero. Pero este es su día y no podemos negárselo.
Ustedes se preguntarán,
pero, ¿qué tiene que ver Bogotá con todo esto? La sublevación ocurrirá en
Caracas y las ciudades y pueblos de Venezuela. Lo que sucede en Colombia tiene
poco o nada que ver con ello. Paso a explicar.
Uno de los elementos que
me ha dado más motivos para pensar en que este es un plan cuidadosamente
ejecutado ocurrió a finales de la semana pasada en el sur de Bogotá, en la
Escuela de Oficiales de la Policía General Santander. 22 jóvenes que se
preparaban para ser oficiales de la Policía Nacional fueron asesinados de
manera cobarde y ruin por un terrorista que, como nunca se había visto en la
larga tradición guerrera de los colombianos, se inmoló al detonar su carga. En
cuestión de horas se confirmó lo que todos sospechábamos era un ataque del
Ejército de Liberación Nacional, ELN, guerrilla que se negó a llegar a un
acuerdo con el gobierno colombiano de Juan Manuel Santos y se embarcó en el
absurdo de pretender conseguirlo con el gobierno uribista de Iván Duque.
Ahí se equivocaron de cabo
a rabo los estrategas cubanos, aliados del ELN. Creyeron que un efectivo
acuerdo de paz con las FARC necesitaba de un muro de contención en caso de que
este fallara. No se dieron cuenta de que los elenos serían manipulados de
manera magistral por Washington y sus aliados locales.
Las señales están todas
a la vista. En La Habana alguien debe estar arrancándose la melena al
comprender que sus agentes en Colombia fueron comprados y dirigidos en secreto
por sus archienemigos. El ELN les sirvió en bandeja de plata el instrumento con
el que conseguirían neutralizar a La Habana, que se ve hoy obligada a ver,
inerme, cómo cae Caracas, imposibilitada de actuar mientras intenta resolver el
dilema que representa para sus diplomáticos la presencia del conjunto de
dirigentes del ELN hoy reconocidos internacionalmente como terroristas.
Con una movida de
manual, el presidente Iván Duque, su Canciller y su Comisionado de Paz,
reclaman, o, mejor, ‘exigen’ a La Habana que extradite a sus aliados del
Comando Central del ELN que se encontraban allí. Obviamente que el castrismo no
va a entregarle al gobierno uribista a sus propios aliados y agentes, pero esa
papa caliente les impide actuar con libertad en Caracas mientras se desata la
sublevación que conducirá (no me cabe duda) a la caída de Nicolás Maduro y su
régimen corrupto y represor.
La fuerza la ejerce
Washington, como podemos ver por las declaraciones del vicepresidente Mike
Pence y los tuits de Marco Rubio, pero el apoyo de la palanca está en Bogotá,
donde el uribismo ha encontrado en el atentado del ELN la herramienta apropiada
para lanzarse a una guerra de exterminio muy bien justificada por las mismas
acciones de esa guerrilla.
De este modo, el Eje
Washington-Bogotá realiza la tarea tan urgente -según sus planes- de
neutralizar a la Quinta Columna que recorre los caminos y las veredas de
Colombia, es decir, la guerrilla. Con ese atentado, que provocó una marcha que
hizo evidentes las grietas que existen entre los colombianos pero que ya se
conocían desde los tiempos de los Acuerdos con las FARC y que no se han
resuelto, lograron catalizar el apoyo necesario para emprender una
neutralización de las fuerzas que habrían de apoyar la defensa del régimen de
Nicolás Maduro en Colombia.
La Habana queda con el
COCE en sus casas de seguridad, sin poder coordinar acertadamente una respuesta
a lo que ocurra en Caracas y enfrentando una ofensiva diplomática, política y
probablemente militar en su patio trasero.
Algunas de las
consecuencias
Cuba está a punto de
perder su granero. Esto tendrá dos tipos de consecuencias. Unas, de carácter
reactivo, que llevarán a La Habana a arreciar su ofensiva en el continente,
exponiendo a más de sus agentes, buscando defender los bastiones que aún le
quedan -seguramente concentrando fuerzas en Managua, para evitar la ya
inevitable caía de la dictadura Orteguista-Murillista- y obligando a que se
descubran y dejen ver otros de sus operadores. Las otras consecuencias serán
económicas: la ya miserable pobreza de los cubanos está por empeorar. ¿Cuánta
más miseria están dispuestos a soportar los cubanos? La presión crecerá al
interior de la isla y las tensiones se exacerbarán. ¿Habrá un estallido? No
sabemos, pero por lo menos el castrismo deberá pasar a una estrategia de
defensa interna.
Venezuela va camino a un
cambio inevitable. El desprestigio del madurismo es tal que nadie, pero nadie
en todo el mundo, le extrañará. Probablemente Maduro acabe exiliado en Turquía
o Siria bajo la protección de los rusos que aprovecharán el desorden para sacar
todo el oro, petróleo y diamantes que puedan arrebatarles a los chinos. A
Diosdado y Tarek no les puedo prometer un destino tan digno. Ellos quizás
resuelvan sus días con un paso -al menos temporal- por El Helicoide. En todo
caso, en mi opinión, el régimen de Caracas tiene los días contados. Quizás las
horas.
Bogotá -y, en
particular, Iván Duque- saldrán fortalecidos. La
corriente que lo impulsó desde un principio se había opuesto con alma, vida y
sombrero a los Acuerdos firmados con las Farc y no querían ceder ni un
milímetro frente al ELN. Después del atentado (probablemente comprado), no
tendrán que cederle nada: tienen autorización para ir a una guerra total sin
consideraciones de ninguna índole. Hay que ver si la oposición les deja el
camino sin resistencia -lo dudo mucho: la marcha del domingo fue clara en ese
sentido. En todo caso, el ala dura del uribismo está empoderada y ya ha
comenzado a hablar de revivir las CONVIVIR, restablecer las ‘redes cívicas’ de
soplones al servicio del Estado y de continuar con las reformas económicas
antipopulares. Tendrán, eso sí, que dar algo a cambio. Quizás sea la cabeza del
Fiscal Néstor Humberto Martínez, a no ser que él tenga una grabación en su
poder que lo proteja. En ese caso, no sé quién sería.
Y, Washington, claro, recibirá una victoria que
le pondrá sobre la mesa los votos de muchos latinoamericanos a Donald Trump. El
eje político Bogotá-Miami-Washington podrá adjudicarse esta victoria y
consolidará la influencia del Partido Republicano sobre la derecha
latinoamericana. El golpe afectará a los demócratas que aún no despiertan del
letargo que les provocó la errónea idea de que todos los hispanos tienen un
hermano mexicano indocumentado. La jugada maestra de los estrategas
republicanos está en haberse asociado con los caballos apropiados en
Latinoamérica y de esperar, pacientemente, a que los dados cayeran a su favor.
A la izquierda latinoamericana le esperan años
de oscuridad y ostracismo. Si no limpian sus filas y se deshacen de sus propios
corruptos -que no son pocos-, se convertirán en un fantasma inútil sin vocación
de poder. Ya perdieron a Correa en Ecuador y tienen a un presidente mulo como
Lenin Moreno que, no solo neutralizó su poder, sino que ahora lo persigue. Evo
busca perpetuarse, pero sin la billetera venezolana es poco probable que
sobreviva. Y, en cuanto a Daniel Ortega: bueno, él simplemente va en caída libre,
aunque cae en cámara lenta. Después de Caracas, viene Managua. No lo duden.
De modo que si no se
reencauchan y no se purifican personajes como AMLO, Gustavo Petro o incluso
Cristina Kirchner, las probabilidades de vencer a cualquier versión en español
de Bolsonaro serán cercanas a cero. En ese caso, creo que el Centro y las
socialdemocracias serán las que le den oxígeno a cualquier cosa que no sea de
extrema derecha durante unos años.
Aún así, estoy
convencido de que esto no es eterno. Iván Duque carece del carisma y el brillo
necesarios. Este impulso le cae bien pero muy temprano en su gobierno. Por
delante le quedan más de tres años de un gobierno con problemas económicos muy
graves que le harán extremadamente impopular, por lo que sigo creyendo que no
podrá vivir del fantasma del chavismo por mucho tiempo. El próximo presidente
de Colombia no será uribista, sigue siendo mi predicción.
Finalmente, creo que el
fortalecimiento que recibirá Donald Trump gracias a Venezuela será efímero, No
porque lo que ocurrirá este 23 de enero no va a ser muy importante (que lo
será), sino porque a los gringos lo que ocurre detrás de la pared fronteriza
les importa un pito. La caída de Maduro será noticia por unas semanas, pero
noviembre del 2020 está a un siglo de distancia. Lo que lo va a destruir a
Trump ya recorre hoy los pasillos del Congreso.
Nota final
He gozado y sufrido
mucho escribiendo esto. Ante todo, mi solidaridad perpetua con mis hermanos
venezolanos, nicaragüenses y cubanos que hoy sufren mucho, y con las
víctimas del terrorismo en Colombia.
Recuerden todos que
estas son ‘predicciones’ que son fruto de un análisis juicioso pero intuitivo
de los acontecimientos presentes. Por supuesto que hay lugar a errores de
interpretación de las señales y, sobretodo, a las correcciones que irán
produciéndose a medida que ocurran los hechos. Pero créanme que son
especulaciones sinceras, producto de mis propias cavilaciones y conversaciones
con mis interlocutores. Y, más que nada, sepan que mi lealtad está con los
débiles, con quienes sufren y quienes ansían y desean libertad y el derecho a
vivir con dignidad, el derecho a vivir satisfechos y realizados.