Sunday, January 26, 2025

Inmigrar no es un delito, humillar no es una virtud


Los seguidores colombianos y latinos del nuevo presidente estadounidense se sienten orgullosos después de ver que bajo las sombras de la noche se deportó en aviones militares a centenares de personas, supuestamente criminales, y pretendieron forzar a los países a recibirlos a las buenas o a las malas. Hasta que Colombia rechistó y fue sancionada de inmediato, como si hubiese cometido un crimen. Su crimen fue haber exigido respeto para las personas que estaban siendo deportadas y para las naciones que las deben recibir.

Ilustración del autor

La estúpida lógica de la fuerza en la que creen los seguidores del movimiento MAGA es siempre la misma. Desde el líder de ese movimiento hasta el último de sus militantes están convencidos de que, porque tienen el poder en sus manos, deben usarlo a la fuerza e imponer su parecer sobre todos los demás, sin consideración alguna y mucho menos conmiseración. Porque asuntos como la dignidad, los derechos humanos, la compasión, la solidaridad, ahora son considerados pecados socialistas según la nueva Biblia que les vendieron a $65, con tapas de cuerina y una herejía incluida. Enesa Biblia el amor es woke y gay. El odio, en cambio, es bien macho. Así lo creen y lo manifiestan sus seguidores.

Por eso no me sorprende –aunque sí me enoja—ver la reacción de tantos colombianos y latinoamericanos frente a la afrenta de Estados Unidos. Aplauden al gobierno que quiere imponer su voluntad a la fuerza sobre todos los demás y esperan que la gente no reaccione, que todos miremos para otro lado y permitamos que sucedan estos horrores sin rechistar. Quieren convencernos de que todos los criminales son inmigrantes y que todos los inmigrantes somos sospechosos.

Quienes así piensan, también saben llenarse la boca de argumentos contra las personas que están siendo agredidas por esta Administración. Saben hablar muy mal de las personas trans, de las personas LGTBI, de las mujeres que necesitan abortar, de los inmigrantes, de los palestinos, de todos aquellos a quienes apunta el odio proveniente de las máquinas de disparar propaganda.

Hemos aprendido a leer, pero muchos han olvidado cómo entender lo que leen. Estamos tan concentrados en nuestras pantallas y en todo lo que nos muestran, que nos falta tiempo para detenernos a pensar si eso que vimos, si eso que nos dijeron, si eso que leímos es cierto y qué consecuencias puede tener. En medio de este berenjenal informativo, personajes como Elon Musk han invertido miles de millones de dólares en construir esas máquinas que han aprendido lo suficiente de cada uno de nosotros como para saber qué clase de semilla de odio prosperará en cada corazón. La operación psicológica ejecutada durante los últimos diez años ha sido muy efectiva en transformar el parecer de muchas personas y las convirtió en individuos dispuestos a aprobar su autodestrucción.

¿Cambio climático? Woke. ¿Derechos civiles? Woke. ¿Constitución? Woke. ¿Chequeos y balances? ¡Woke! ¡Todo lo bueno es woke! Ser liberal es –para ellos—despreciable. Amar al prójimo, buscar hacerle el bien, atender al necesitado: woke. ¿Ayudar a una mujer que necesita abortar? En Texas no solo es woke, sino que además es un delito.

Todos esos hispanos que hoy aplauden la expulsión de sus hermanos hispanos se creen seguros, están convencidos de que “ya fueron admitidos en la sociedad americana”. No se han dado cuenta de una realidad mucho más grande y que pronto les quitará el piso. Quienes promueven estas deportaciones masivas son racistas supremacistas que buscan reducir la población no blanca de los Estados Unidos para mantener su mayoría blanca. Así nos lo han dejado saber, pero muchas personas no han recibido ese mensaje.

Yo entiendo que los republicanos ganaron las elecciones. Sin embargo, aunque ganaron, con ello no adquirieron sabiduría. La fuerza bruta sigue siendo bruta. Humillar a las personas es meramente una demostración de fuerza, y deshonra más a quien comete la humillación.

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