En Colombia no faltan candidatos a la
presidencia. Hay varios y están muy bien preparados. El problema, entonces, no
está en sus capacidades, que son muchas y visibles, sino en lo que con ellas podrían
hacer en función de la gente con la que llegan y los intereses que representan
y deberán luchar. El problema es la politiquería, la corrupción y la pobreza de
las instituciones. El problema es la continuidad de la violencia.
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Ilustración del Autor |
Desde esta remota distancia que es la diáspora,
tuve ocasión de ver el martes 23 de enero por las redes sociales un
foro muy interesante que el Foro Nacional Ambiental y FESCOL organizaron en la Universidad de Los Andes acerca
de temas ambientales y de desarrollo sostenible en el que participaron Sergio
Fajardo, Humberto de la Calle, Iván Duque y Gustavo Petro. Dejaron de asistir Marta
Lucía Ramírez y Germán Vargas Lleras (qué pena). No sé si hubo otros invitados que
no aceptaron venir o si acaso no cumplían con algún requisito, porque el
abanico estaba incompleto.
Por obvio que parezca, todos los candidatos presentes
se vieron muy bien preparados, enterados de los temas, con ideas y propuestas útiles
y aparentemente realizables. A juzgar por lo que allí se habló, uno puede
llegar a creer que hay un futuro promisorio para el país independientemente de
cuál de los candidatos resultara ganador. Pero todos le tememos a la inquina,
el odio y la locura que caracteriza a la política colombiana.
Por ejemplo, un tipo como Gustavo Petro, tan
perseguido y despreciado por quienes detestaron su gestión como alcalde de
Bogotá y por quienes temen que conduzca al país por el camino del castrochavismo
por su cercanía al régimen de Nicolás Maduro, resulta ser un hombre
inteligente, muy enterado de los asuntos ambientales y de administración
pública que tiene en su cabeza metido al país entero. Lo que llama la atención
y a muchos sorprende es que todo lo que plantea está fundamentado en su visión
de la historia del país basada en la lucha de clases. Cualquiera de los asuntos
que trata los pasa por el cedazo de su ideología, de modo que para resolver el
problema de la sostenibilidad o la energía hay que pasar por la resolución del
problema de la tenencia de la tierra rural y/o urbana. Y, muy probablemente
tiene razón en ello.
Ahora, si uno escucha con atención a Iván
Duque, su más acérrimo enemigo, teniendo en cuenta que es el candidato del
Centro Democrático y precisamente ‘el que dijo Uribe’, se encuentra uno a otro
candidato con gran prestancia intelectual, con excelente preparación y que plantea
ideas innovadoras, actuales y que no entran necesariamente en contradicción con
lo que dicen los demás miembros del panel. ¡Ni siquiera con Petro!
Humberto de la Calle, quizás el más político de
todos los presentes, dada su edad y su carrera, es otro personaje que exuda
conocimientos y experiencia. Se nota, además, que posee una visión profunda del
país que muchos desconocen porque ha tenido ocasión, durante varios años, de
negociar con ese pueblo que había estado silenciado, no solo por los fusiles
del Estado, sino por los de la guerrilla también. Es un hombre de gran
sensibilidad y de una intuición aguda debido a su extenso recorrido y que
entiende muy bien a la Colombia de hoy porque la ha viajado de punta a punta,
hablando con su gente.
Sergio Fajardo también puede articular
propuestas novedosas, expresar conceptos de lo posible, explicar ideas
complejas de una manera sencilla, exponer soluciones factibles a asuntos
difíciles. Su experiencia de administrador y su conocimiento del país le dan
también una visión que no se deshermana de las demás. Lo que propone parece
realizable.
En fin, los cuatro asistentes respondieron a
las preguntas que les hicieron, se respetaron unos a otros, cumplieron con la
cita y con los tiempos y dejaron una sensación de camaradería, extraña entre
oponentes políticos. Más que un debate de contrincantes, lo que pudo ver el público
fue un diálogo entre personas de veras interesadas en atender los problemas del
país, proponerles soluciones y apuntar a un futuro de desarrollo sostenible y
respeto a la inmensa biodiversidad. Al comienzo se notaron las tensiones que
traían de la calle (Petro no le entregaba en la mano el micrófono a Duque, por
ejemplo), pero durante la conversación se hicieron guiños unos a otros en
aquellos puntos donde coincidían.
Me habría gustado ver a los candidatos
ausentes, en especial a Germán Vargas Lleras, quien también debe tener ‘un país
en la cabeza’ después de llevar tantos años como ministro de Santos. Claro que
faltaba la voz de la mujer, Martha Lucía Ramírez, y la visión que ella debe
también tener de lo que ocurre. Pero no estuvieron.
Quienes evalúan el caso venezolano se preguntan
dónde están las personas capaces de conducir y no los pueden nombrar. Quienes lideran
al PSUV ya han dado muestras de la clase de personas que son. Quienes han manejado
a la oposición no han logrado articular una visión de país capaz de movilizar a
su gente hacia la transformación que anhelan. Les faltan líderes, y los que hay,
no parecen estar muy capacitados o interesados. Pero en Colombia, como puede
comprobarse en este tipo de foros, líderes hay, muchos, y estos son muy
capaces.
¿Entonces? ¿Qué podemos esperar en medio de
esta polarización? Lo que arruina el asunto es la politiquería, la corrupción,
la debilidad de las
instituciones de la democracia.
En este encuentro se pudo vislumbrar un país con
crecimiento, respeto a la diversidad biológica y cultural y con un futuro de
prosperidad. Pero cuando sale uno del Foro y escucha las campañas, ahí se
distinguen con claridad las serias fracturas que quedan por resolver. Ahí se
distinguen las enemistades entre Álvaro Uribe contra Gustavo Petro o Humberto
de la Calle; ahí se escuchan los eslóganes de rechazo a todo aquel que no
pertenezca a una u otra forma de ver la realidad. La izquierda petrista ha
aprendido de la experiencia del Centro Democrático y usa instrumentos y
discursos que dividen y que mantienen la separación. Lo mismo podría decirse de
otras propuestas.
Los candidatos, tan lúcidos y sagaces como allí
se vieron, concentran las intenciones y propósitos a veces contradictorios de
aquellos a quienes representan o dicen representar. Por eso no sorprende que
Humberto de la Calle, candidato del Partido Liberal, se manifieste en
desacuerdo en ciertos temas con el planteamiento de su propio partido; o Fajardo,
que habla con el mismo acento de quien le persigue; o, Petro, percibido como
alguien con quien no es posible negociar pero demuestra tener con qué y razones que lo soportan.
Llegamos a estas elecciones en medio de una
profunda división, con los partidos políticos en crisis y una operación gatillo
que ha dejado muertes en todos los departamentos. Delante de nosotros están los
retos más grandes de la posguerra. No serán los candidatos ni las urnas quienes
hagan el milagro. Falta una visión común capaz de cruzar las fronteras de lo
que nos separa y que cree vínculos que nos unan. Algo que se sobreponga a las
campañas y al odio. ¿Existe?
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