Muchas veces sentimos que es imposible entender a la otra persona. Es una de
las batallas más bravas de la vida y está comprendida en una de las frases más
repetidas en cualquier relación: “Es que no puedo entender que…”. Un ejemplo
reciente: “No puedo entender que esas muchachas se dejaron tocar de esa manera,
si todas sabemos desde muy temprano que esas regiones del cuerpo están
prohibidas”.
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"Aceptar en lugar de entender", ilustración del autor. |
En realidad lo que queremos es decir que no
podemos admitir, que no podemos
aceptar lo que nos están diciendo. “No me cabe en la cabeza que hayan permitido
que…” o, “No entiendo cómo es posible que sus padres no hubieran denunciado” o
frases por el estilo simplemente significan que no reconocemos lo que la otra
persona nos quiere decir o hacer creer. Es una manera de clavar los talones en
el piso para manifestar que de ese punto no nos vamos a mover.
Cuando es una discusión de principios, pues la respuesta
es de principios y se resuelve por su cuenta. Pero cuando se trata de una
relación que debe perdurar en el tiempo, como una pareja, por ejemplo, la frase
se convierte en una prisión. Cuando le decimos al otro que no le entendemos estamos diciéndole que, a) es
un poco estúpido por hablar de esa manera incompresible; que b) su tesis es
absurda y no hay manera de comprenderla y, que c) se queda allá solo, en su
isla, sin posibilidades de que le alcancemos.
Una pequeña modificación del lenguaje puede lograr
maravillas. No se trata de entender
al otro –ese es un acto cerebral que corresponde a la lógica, es decir, a los
elementos que ya poseemos en la mente y a las que no podemos agregarles nada
más. Se trata, en cambio, de aceptar
al otro, de reconocer que aunque no le entendemos, que aunque sus motivos nos
parezcan extraños o incomprensibles, el amor nos permite abrir una ventana de
comprensión y de esa manera eludimos una guerra.
En vez de decir “No puedo entender cómo…”
podemos decir “No puedo aceptar que…”.
Mejor aún, podemos acercarnos a la otra persona y decir, en cambio que “aunque
no puedo entender lo que estás diciéndome, lo acepto porque viene de ti, porque
eres tú quien me lo está diciendo con tanta convicción, con tanto dolor, con
tanta fuerza, que no puedo ignorarte y debo, simplemente aceptarlo”.
Muchas discusiones se resuelven cuando dejamos
de tratar de entender al otro y en cambio optamos por admitir que, a pesar de
las diferencias, a pesar de ser otros, podemos aceptarnos. A mí, al menos, me
ha resuelto decenas de discusiones que de otro modo se habrían convertido en
peleas innecesarias y destructivas.
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