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"Trust Me", caricatura del Autor |
Para no extenderme demasiado en esta entrega,
procuraré enfocarme un uno de los aspectos que distingo. En otras entregas
posteriores espero dilucidar otros elementos.
La primera recomendación para mis amigos periodistas,
liberales, progresistas, demócratas y rebeldes en general: No subestimen al líder ni a sus seguidores. El hecho de que no entendamos
su lenguaje, que nos parezca ramplón y chabacán, que nos parezca errático y
desorientado, todo eso es mera apariencia, una vieja herramienta utilizada por
los líderes populistas. Los únicos perjudicados al sostener esas opiniones son
los oponentes de Trump. Él se regodea en ello, disfruta y aprovecha la
desesperación de quienes tratan de frenarlo con sus críticas.
Es cierto que Trump manipula la opinión de sus
seguidores, pero es magistral la forma como consigue que sus oponentes y críticos
hagan la mayor parte de ese trabajo por él. Los ataques que la izquierda, los
demócratas, los intelectuales, los activistas, los medios e incluso unos pocos
republicanos indignados lanzan en su contra –muchos de ellos llenos de insultos
e improperios, otros descalificando sus capacidades intelectuales e incluso
diagnosticando supuestos males mentales-, no debilitan a Trump ni a sus seguidores
sino que lo fortalecen. ¿Cómo?
Su táctica suele tener dos partes con las
cuales logra convertir los ataques de sus oponentes en instrumentos a su favor:
- La queja: cuando Trump se queja de lo mal que lo tratan invierte la ecuación y se pone él en la condición de víctima (a pesar de poseer todos los instrumentos del poder), provocando de inmediato, a) la solidaridad y la identificación de sus seguidores que se sienten igualmente víctimas, y, b) convirtiendo al crítico en un injusto agresor.
- El ataque al mensajero: cuando Trump se burla de sus críticos y los ataca (generalmente en el mismo mensaje o quizás en uno que publica casi de inmediato) suele poner al crítico a la defensiva y de paso distrae del asunto en cuestión, de aquello por lo que estaba siendo criticado: no responde a la pregunta ni cambia de opinión. Además suele darles a sus seguidores una razón para sonreír, pues el lenguaje que usa, a veces casi infantil, es divertido para ellos.
Para ilustrar esto podría usar cualquiera de
los tuits que el presidente manda, pero solo voy a citar uno de los incidentes más
recientes…
Los senadores John McCain y Lindsey Graham son
dos de los escasos legisladores republicanos que han criticado la orden de
prohibir el ingreso de refugiados y los visitantes de siete países de mayoría
musulmana. En un comunicado
conjunto, los senadores dicen que temen que la orden ejecutiva sea
percibida en el mundo como un rechazo a los musulmanes y con ello se convierta
en una herida auto infligida en la lucha contra el terrorismo.
La respuesta
de Trump no se hizo esperar: “La declaración conjunta de los excandidatos
presidenciales John McCain & Lindsey Graham está mal –son tristemente
débiles en inmigración. […] los dos senadores deberían enfocar sus energías en ISIS,
la inmigración ilegal y la seguridad de la frontera en vez de siempre buscar
comenzar la Tercera Guerra Mundial”.
En su respuesta, con pocas palabras Trump logra
varios objetivos: les recuerda que ambos perdieron sus candidaturas
presidenciales; les dice que están equivocados por ser débiles en inmigración;
los acusa de ser ellos los que buscan comenzar una guerra. No intenta jamás explicar
o responder a la crítica, simplemente se deshace del crítico resaltando lo que él
y sus seguidores ven como debilidades. A ello se agrega que quienes detestan a
Trump utilizan su respuesta y la replican en artículos (como este), mensajes
por las redes sociales y más, para resaltar sus supuestas incongruencias o fallas:
no se dan cuenta de que con ello se convierten en propagadores del mensaje
denigrante de Trump hacia los senadores, en multiplicadores del insulto. El
verdadero problema –la crisis humanitaria que la orden ejecutiva está
comenzando a provocar- queda relegada a un plano de inexistencia en la
discusión.
En este contexto, el trabajo del medio de
comunicación debe ser ‘dar la noticia’, por supuesto, y el de los críticos y
analistas debe ser ‘analizar y criticar’, claro, y el de los activistas debe
ser ‘la acción’. Sin embargo, debemos ser más ingeniosos de lo que hemos sido hasta
ahora para ser más efectivos. De eso comenzaremos a hablar en la próxima
entrega de El Opinón.
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