Las redes sociales y la política nos han
convertido en repartidores de odios, sembradores de cizaña, dispensadores de
discordias, provocadores de disputas. Y, eso debe parar. No podemos seguir cultivando
esta clase de sentimientos y divisiones porque, al fin de cuentas, ninguno va a
poder imponer sin resistencia su propia visión del mundo a todos los demás. Ni siquiera
los más poderosos tiranos ni los más santos guías lo han conseguido. Aquí
estamos, somos los que somos en esta
variedad de pareceres y eso no va a cambiar jamás.
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"Hate", ilustración del autor |
Por supuesto que tenemos que seguir debatiendo,
profundizando en las diferencias, analizando la infinita variedad de
realidades, atendiendo y entendiendo los problemas que tenemos que resolver. Ignorar
ciegamente el calentamiento global no va a hacer que los océanos nos inunden
más despacio; evitar admitir los fracasos de políticas leoninas de economía no
va a acabar con la pobreza; insistir en políticas centradas tan solo en el
asistencialismo no va mejorar la improductividad. En fin, podríamos hacer
juntos una larga hilera de paradojas similares. Nos hemos amarrado al cuello una
larga cadena de desatinos que, si no la rompemos, nos va a ahorcar o nos va a
arrastrar al fondo de la historia.
Las redes sociales han servido para muchas
cosas buenas: el reencuentro de amigos perdidos; viejas llamas de amores
inconclusos que se reavivan con el tiempo; familias que hoy pueden permanecer
unidas pese a las distancias; nuevas oportunidades de trabajo con un clic.
Del mismo modo podemos decir que las redes
sociales han servido para muchas cosas nocivas: han hecho mucho más visibles
nuestras diferencias e indiferencias mutuas; han abierto heridas profundas
entre amigos y familiares, provocado separaciones y rupturas, arruinado la
armonía de la cena, destruido reputaciones y voluntades, provocado, incluso, un
alto número de muertes.
La pregunta que queda por hacerse es: ¿Son las
redes o somos nosotros, sus usuarios? Al fin de cuenta, Facebook, Twitter,
Instagram, YouTube y toda la miríada de herramientas de comunicación con las
que hoy contamos son solo eso: herramientas. Somos nosotros, los productores de
contenido y sus consumidores quienes hemos provocado esta debacle. Es cierto
que Mark Zuckerberg o los programadores de algoritmos de todas esas empresas
deben procurar ofrecernos al menos la ilusión de cierto control y algo más,
pero en el fondo la responsabilidad descansa principalmente en cada uno de
nosotros.
El poder está en nuestros pulgares, en nuestro
mouse, en nuestro teclado, en nuestra cámara o nuestra pantalla. El poder lo
tenemos quienes ofrecemos contenidos así como quienes los consumimos. No podemos
seguir premiando con nuestro tiempo e interés a quienes más provocan o más
chocan. No podemos seguir aspirando a que sean esos contenidos provocadores y
chocantes los que más nos atraigan. Y, este es el centro de este asunto: no
podemos seguir siendo propagadores de odios.
En estos días respondí así a un viejo amigo de
la infancia con quien hemos venido manteniendo un debate por Facebook de contenido
político altamente explosivo. Él es de derecha y durante varios días sus
mensajes estuvieron compuestos de memes destructivos en contra del candidato de
la izquierda. La gran mayoría de esos mensajes que circulan por montones en las
redes son sencillamente mentiras elaboradas con la intención de seguir
arruinando la reputación de los oponentes políticos. La estrategia funciona tanto
para los candidatos de derecha como para los de la izquierda, no es patrimonio
exclusivo de uno u otro partido.
Cada vez que vi cruzar uno de esos mensajes por
mi muro me tomé el tiempo de detenerme a dejarle un mensaje cuestionador, una
pregunta, una reflexión. Procuro evitar los insultos personales pero no me
abstengo necesariamente del uso del sarcasmo. Al fin, después de varios
intentos, mi amigo respondió y me dijo, palabras más, palabras menos, que él
era de derecha y que tenía un gran temor de que el candidato de la izquierda
pueda ganar y conducir al país a un desastre. Esta fue mi respuesta:
“No me preocupa que seas de derecha (se te
notaba un poquito 😉). Todos tenemos algo que decir y
algo que lamentar. Pero en la plaza pública (porque eso es este foro) el que
queda mal es el que más miente. Yo no me opongo a que expreses lo que sientes y
crees, que nos hagas leer lo que otros dicen que te parece válido, como el blog
de [A…]. Es más: eso es lo que espero, verdadero debate. Pero cuando lo que
hacemos es repetir mentiras llenas de cizaña y malintencionadas, cuando nos
convertimos en agentes del odio, lo que hacemos es multiplicar ese odio,
enardecer más los ánimos y complicarle la vida a todo el mundo. ¿Crees que
alguno de esos memes mentirosos sirve para convencer a alguien que no está ya
convencido? ¡Naaaah! En cambio, esos memes hieren, propagan falsedades,
perpetúan la locura y nos impiden progresar. ¿Quieres mejores resultados en tu
campaña a favor de tu candidato? Hazlo con buenos argumentos, con datos reales,
con asuntos que hagan que los que dudan, se convenzan. No que odien. Y lo mismo
le diría a un militante de cualquier otro partido en cualquier otra elección”.
Así lo creo: cada vez que reproducimos una de esas
mentiras, uno de esos llamados al desprecio, uno de esos chistes
malintencionados, nos convertimos nosotros en mensajeros de la discordia y en
provocadores de la desilusión. Cada vez que multiplicamos esos mensajes que
inducen al miedo, nos convertimos en instrumentos del terror y este, como hemos
podido comprobar, es contagioso y supremamente destructivo.
Por eso una vez más hago un llamado a la
cordura en este diálogo de locos en el que todos participamos voluntariamente. Suspendamos
la guerra de memes, no sigamos cometiendo la cotidiana irresponsabilidad de
reproducir contenidos cuya veracidad desconocemos. Y, si alguien nos llama la
atención o nos hace notar el error, tengamos la valentía y la humildad
necesarias para corregir y enmendar y, llegado el caso, pedir perdón.
Demasiadas pérdidas hemos tenido en este largo
camino a manos del acoso, el bullying y la destrucción de otros a través de
estos medios. Varias elecciones han sido alteradas con el uso de estos métodos
y cada día sus creadores mejoran en sus tácticas nocivas. Por eso les invito a
que nos convirtamos en agentes constructivos, en voces críticas capaces de
cuestionar incluso –y especialmente-- aquello que decimos y compartimos.
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ReplyDeleteMuy buena y oportuna reflexión. En este caso no aplican las leyes de la pesca, en donde las causantes de la caída de los peces son las redes, sin duda; acá, en las redes sociales, cada uno, solito, a voluntad, cae por cuenta propia, por la boca, por SU boca. Hace poco lo manifesté en un foro: "Compartir" no debería ser un acto reflejo e irreflexivo; TODOS somos responsables de TODO lo que decimos y hacemos.
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