Creo que muy pocos de mis amigos que votaron
por Donald Trump son racistas, sexistas, xenófobos o antigay. Así como creo que
pocos de los que votaron por el No en el Plebiscito quisieran regresar a la
guerra. Entonces, ¿por qué son más los malos entendidos que lo bueno por
comprender?
Se ha abierto un gran abismo en nuestras
comunidades, incluso entre familiares, viejos amigos, gente que se quería mucho
y hoy no se tolera. En parte es culpa de nosotros mismos, pero es, ante todo, algo
que nos llovió desde las élites y nos infectó a todos. Para simplificarlo aún
más: es culpa de los diseñadores de campañas.
La política electoral está llena de mentiras,
medias verdades y algunas (muy pocas) realidades. Es un asunto de branding, de
marca, de presentación. Poco tiene que ver el contenido y mucho el mercadeo de
eslóganes y la manipulación de emociones. Los vendedores de candidatos saben estimular
los deseos, los miedos y las emociones de su mercado, el electorado. Y, para
infortunio de muchos, la derecha ha sido más efectiva a la hora de sobre-simplificar
los contenidos para vender sus candidatos a más personas y ganar las más
recientes elecciones: Brexit, Plebiscito, Trump, entre otras.
No voy a transferir a sus votantes todo lo que
dijo Donald Trump. Es más: no creo que él mismo se creyera todo lo que dijo, ni
que dijera todo lo que creía. Como escribí al comienzo, algunos de mis amigos y
conocidos tendrán algo de racismo o de desprecio por “los ilegales” en sus
corazones y quizás eso les haya motivado a votar por Trump. Pero la mayoría, quiero
creer, tenían otras ideas en la cabeza y ese hombre las representaba mejor.
Me da tristeza ver, eso sí, que la forma como
se condujo esta campaña envalentonó a los supremacistas blancos, a los
verdaderos racistas, a los que desprecian al inmigrante, a los que se creen que
esta nación les pertenece “a ellos”. Las primeras acciones de Donald Trump –como
la selección de algunos miembros de su gabinete y la entrevista que otorgó al
programa 60 Minutos- no contribuyen a mejorar esa calificación. Sigue agitando
ese avispero y las avispas, encantadas, están saliendo a hacer lo que saben
hacer.
Por eso creo, como muchos otros, que la
protesta y las manifestaciones sí tienen validez y cabida en este período. Se trata
de hacer contrapeso al intento ya visible de la alt-right de transformar esta
nación en una dirección inaceptable. Se trata de defender a los débiles, se
trata de que las minorías no se dejen aplastar, se trata de insistir en el
rechazo frontal a los antivalores que desde la nueva élite se quieren forzar. Se
trata de defender derechos que se adquirieron con mucho esfuerzo y que un
desacierto de una mayoría mal contada no puede destruir.
La protesta es un derecho y una libertad inalienable
de la democracia y debe ser respetada. El derecho a la libre expresión no solo
debe tolerarse, sino que además debe ser protegido como una de las expresiones
más puras de la democracia.
En todo caso, además de la protesta debe haber
aporte. No se puede sencillamente lanzar improperios o escribir sentencias
memorables. Hay que hacer trabajo concreto: organizar, movilizar, servir,
especialmente servir para transformar conciencias y cambiar vidas. Hay que
sumarse con tiempo, trabajo y dinero a las causas que valen y que queremos que
sobrevivan. Apoyar a los defensores de los derechos civiles, defensores de los
inmigrantes, defensores de las mujeres y de sus derechos, de las minorías
raciales y de género. Hay que dejar de ser meros votantes o, peor, indiferentes,
y convertirnos en activistas, en actores de nuestro destino.
De manera que para el próximo ciclo electoral
estemos preparados y hayamos sumado, no solo los que reciban nuestro apoyo y
aporte, sino los desencantados de Trump, que serán muchos y debe haber espacio
para que se sumen.
Espero que con este renovado espíritu de
esfuerzo y trabajo que ha surgido en muchos, especialmente entre los jóvenes,
consigamos contrarrestar las partes más viciadas del intento del alt-right de
trastornar la democracia, y estemos preparados para revertir el curso de los
acontecimientos en una dirección más apropiada en camino a los valores más
favorables, como la tolerancia, la inclusión, el respeto a las diferencias, la
convivencia y el servicio.
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