A pesar del evidente fracaso económico y social
que el madurismo representa, la izquierda latinoamericana insiste en defender
lo indefendible. No alcanzan a reconocer el daño que
se están causando a si mismos cuando apoyan al régimen de Nicolás Maduro y repiten a los cuatro vientos los manidos argumentos con los que este se sostiene, los
mismos que durante décadas ha usado el castrismo en Cuba: todo es culpa del
imperialismo. Cuando el modelo de socialismo del Siglo XXI que le
presentan al mundo es un fracaso, ¿de dónde van a salir los deseos por
reproducirlo en otras naciones?
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"El veneno del poder", ilustración del autor. |
Hoy parece que a los patrones del chavismo no
les interesa sino sostenerse en sus puestos a toda costa, aunque eso implique
pasar por encima de sus propios valores y de su propia gente.
Miles y miles de venezolanos se han movilizado a
las calles y allí enfrentan a una Guardia Nacional Bolivariana que los reprime
con fuerza extrema. A pesar de las imágenes que hemos podido ver, tomadas por
los mismos venezolanos que están en el lugar de los hechos, los militantes de
izquierda en América Latina no pierden tiempo para descalificar esas tácticas de
lucha callejera en las que durante décadas ellos mismos fueron maestros. Así como
ayer los gobiernos de derecha hablaban de terroristas en contra de los
estudiantes de izquierda, hoy los izquierdistas acusan de paramilitares a los
estudiantes venezolanos que protestan en las calles.
La izquierda parece no ser consciente del daño
que se hace defendiendo a Maduro y Diosdado. Lo que hoy vivimos es similar a lo
que ocurrió en tiempos de Stalin cuando los comunistas se negaron a condenar
los horrendos crímenes que se cometían en la Unión Soviética o al ignorar los
crímenes de la China de Mao Zedong o los fusilamientos de contrarrevolucionarios
en la Cuba de Fidel Castro. Queda claro que para la izquierda, como para la
derecha, lo que importa es el poder.
Es cierto que la derecha en nuestro continente
ha sido funesta y cruel a través de la historia. Sin embargo, después de ejercer
el poder y fracasar en la construcción de esa sociedad de justicia y
solidaridad, la esperanza que para muchos representó la izquierda se diluyó en
sus propias contradicciones y en su incapacidad para gobernar con
responsabilidad y eludir las garras de la corrupción. A través de varias
experiencias ha quedado demostrado que, sin importar la ideología, quien
adquiere una cuota de poder y es susceptible a sus embelesos, se las ingeniará
para llenarse los bolsillos y perpetuarse en su puesto.
Por eso creo que la defensa a ultranza del
madurismo pone a la izquierda latinoamericana al borde del precipicio, pues sus
contradicciones se hacen demasiado evidentes y es muy fácil para sus oponentes señalar
con el dedo a los fracasos de la Venezuela de Maduro y la represión que ejerce
contra su pueblo para desvirtuar cualquier propuesta que hagan.
Claro que también es posible un resultado contrario
a lo que aquí se plantea. Esto en virtud de que vivimos en un mundo polarizado y facilmente manipulable en el que la palabra ‘cambio’ puede ser usada desde cualquier sector. Esa
palabra fue la que puso a Chávez en el poder, la que sacó a Gran Bretaña de la
Unión Europea y la que le dio Donald Trump al mundo. De la misma manera puede
ser la palabra que saque a Maduro de Miraflores.
Hemos hablado con varios venezolanos que se
reclaman porque no ha surgido entre la oposición un líder fuerte que logre unificarlos
en torno a un mismo proyecto. El Opinón cree que la gran virtud de la
oposición es su composición variopinta y diversa y que es preferible que no
surja un nuevo Chávez de derecha. Lo que esperamos es que los venezolanos
logren recomponer su democracia para que en ella puedan convivir todas las
tendencias, en vez de tener a una que se impone a la fuerza sobre las demás,
tal como sucede hoy.
En Venezuela es urgente un cambio en el ejercicio del poder, una salida que evite un baño de sangre antes de que se consolide la espuria Asamblea Nacional Constituyente que buscará perpetuar un modelo fallido y que eliminará el disenso.
Es peligroso para el continente que la izquierda
no tenga reparo en promover y sostener un modelo autoritario que está dispuesto
a alterar las reglas del juego a su antojo para perpetuarse, pues dan a
entender que harían lo mismo. Y ya todos sabemos que eso solo favorece a
los poderosos y corruptos, quienes pronto se olvidan de servir al pueblo y se dedican a
llenarse los bolsillos. De ahí la urgencia del recambio y la rotación.
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