La vida después de Trump
Hasta hace unas semanas la gran preocupación
era: ¿Ganará Trump? Hoy, en pleno agosto y después del daño que él mismo y su
partido se han ocasionado, la pregunta no es si ganará sino: ¿por cuánto
perderá?
Eso debería hacernos sentir un poco más
tranquilos, porque al fin de cuentas el candidato más peligroso en tiempos
modernos de la democracia estadounidense, no llegará a la Casa Blanca. América
se ha salvado.
“¿Se ha salvado?”, pregunta una voz desde el
fondo. “Esto apenas comienza”, insiste. “La verdadera preocupación es lo que
vendrá después de Trump”.
Lo que vendrá para nosotros, que quedamos
enredados en esta maraña de enemistades, racismo, mutuos desprecios y
agitación. ¿Cuántos amigos has perdido durante estas elecciones? ¿Cuántos crees
que podrás rescatar cuando todo se haya resuelto?
Más grave todavía es atender los problemas que
una campaña tan beligerante nos está dejando. La presencia de Donald Trump en
estas elecciones ha dado autoridad moral a actitudes que estaban presentes en
la sociedad estadounidense y que habían sido ignoradas y amansadas.
El racismo, por ejemplo, nunca ha dejado de
existir, pero antes de estas elecciones era mal visto por la gran mayoría, era
socialmente reprendido, era un asunto muy marginal y rechazado explícitamente. Hoy,
en cambio, los sentimientos racistas de muchos están a flor de piel.
Asimismo los sentimientos xenófobos y la discriminación
abierta contra los musulmanes y los latinos. Muchos años de esfuerzo por
reformar la conciencia social americana para dar cabida al muticulturalismo –inscrito
en la raíz misma de los documentos que dieron lugar a la creación de esta
nación—se han ido al fondo del pozo gracias al discurso de Donald Trump de denuncia
de lo “políticamente correcto”.
Desde su púlpito dorado, el candidato
republicano ha otorgado un argumento poderoso a quienes han mantenido sus odios
a raya y ahora se sienten con el permiso de hacerlos manifiestos de manera
explícita. Su xenofobia, su racismo, su sexismo, su desprecio por lo que no es
como ellos tiene ahora una plataforma y un campeón.
Cuando el candidato cuestiona a los medios de
comunicación y provoca en sus seguidores el desprecio por los periodistas, eso
tiene consecuencias inmediatas en lo electoral (prácticamente garantiza una
derrota en las urnas), pero tiene peores consecuencias en lo postelectoral,
pues deja en sus seguidores una certeza (falsa, pero firme) de que todos los
medios son corruptos y todos los periodistas también. Sólo los motores de
propaganda que lo han apoyado (FoxNews, Breitbart, Rush Limbaugh, etc.) serán admitidos
y quienes se atrevan a cuestionar y a dudar serán condenados por esa multitud
que a veces, durante los eventos de campaña, se comporta como una turba
enardecida, apuntando con sus dedos y su furia a los periodistas al tiempo que
les gritan improperios.
Cuando el candidato cuestiona la validez de las
elecciones e insiste, sin pruebas pero con total desparpajo, que están amañadas,
lo que produce en sus seguidores y en la sociedad es una sensación de
incertidumbre respecto a la raíz misma de la democracia y esa duda permanecerá
aún después del 8 de noviembre. Para los seguidores de Trump, el triunfo de
Hillary Clinton será siempre un fraude y así se vivirán los años de su
gobierno.
De la misma manera que el color de la piel de Barack
Obama autorizó a los republicanos en el Congreso a oponerse sistemáticamente a
todo lo que de su boca saliera, así se sentirán, autorizados por esa masa de
votantes, a rechazar todas las políticas que proponga Hillary Clinton, porque
para ellos será más importante arruinarle a ella su carrera política que
resolver los problemas de la nación.
Espero de todo corazón que ningún desadaptado
enamorado de sus armas haya interpretado sin sarcasmo el “no tan sarcástico” comentario
de Trump cuando invitó a los defensores de la segunda enmienda a hacer algo
para impedir que Clinton elija a los jueces de la Corte Suprema que le
corresponderá nominar. Ojalá que no haya habido uno entre sus seguidores que
haya entendido lo que millones de personas claramente entendimos cuando dijo lo
que dijo.
Finalmente, quedan otros asuntos pendientes,
pero uno de los más graves tiene que ver con nuestros niños que se han visto
expuestos a la retórica virulenta y llena de desprecio de la campaña. Ya hay señales
claras de que en las escuelas, los colegios y las universidades ha resurgido el
racismo y se ha hecho manifiesto el desprecio por los inmigrantes latinos y de
países musulmanes. Hemos perdido mucho terreno por culpa de esa guerra contra
lo “políticamente correcto” y se han empoderado valores y actitudes que provocan
divisiones y violencia.
Es importante que desde este momento en
adelante trabajemos como comunidad en la recuperación del terreno perdido y en
la reformulación de los valores que nos conducen a la convivencia en medio de
nuestras diferencias y gracias a esas diferencias que nos dan variedad.
Hay que pensar en lo que debemos hacer a partir
del 9 de noviembre para recobrar la sanidad. Estoy seguro que al otro lado de
la vereda se están preparando para todo lo contrario.
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