Se ha derrumbado la esperanza que se había
puesto en el Sí. Ahora nos queda el No. ¿Qué vamos a hacer?
"Que muenda, pero ya me paro", dibujo del autor |
Nadie lo sabe con precisión. Nadie. Este era el
escenario que no queríamos considerar, la alternativa que no queríamos
enfrentar, el futuro que no debía suceder. Sin embargo, aquí está.
Lo que nos queda a todos es una gran ansiedad y
una inmensa incertidumbre. La voluntad es lo único claro, porque la esperanza
ha sufrido un golpe contundente.
El presidente Santos ha dicho que mantendrá el
cese bilateral del fuego indefinidamente. Eso quiere decir que no hay guerra
instantánea. De la misma manera, ha dicho que enviará a La Habana a sus
negociadores a decirles a las FARC cuál fue el resultado de este “diálogo
político”.
También ha dicho que convocará a todas las
fuerzas políticas a evaluar y considerar la situación. En otras palabras: se la
vuelve a jugar por la paz, a pesar de haber insistido en que el triunfo del No
sería una marcha de regreso a la guerra.
Las FARC han dicho que mantienen su voluntad de
paz. Ese, en sí, es un gran triunfo para todos los colombianos, si ello se
prueba en una extensión indefinida del cese el fuego y se mantienen guardados
los fusiles, ya que además dicen que reiteran su disposición de “usar solamente
la palabra como arma de construcción al futuro”. Qué bueno porque, si se lanzan
a la guerra, con ese gesto están diciéndonos que lo que buscaban era impunidad.
En cambio, si se lanzan a la paz, esa será la prueba reina de que los del No
estaban equivocados.
Incluso el ELN ha respondido con un mensaje de
concordia, de continuación del diálogo, hasta hablan de la posibilidad de
incluirse en una negociación seria.
La respuesta del No vino de la mano del primo
Francisco Santos, y no del verdadero líder, Álvaro Uribe, quien sale blindado
una vez más con este proceso. La respuesta fue breve y sencilla: Pacho dijo que
la intención es trabajar con el Gobierno. Guardar la figura de Uribe le rebaja
filo a sus palabras.
Yo creo que los del No tampoco saben muy bien qué
tienen entre manos y están recalculando la medida de sus fuerzas. Espero que
sean capaces de honrar la otra mitad de su discurso cuando insistían que no
querían la guerra sino que, como nosotros, querían la paz. Si eso es verdad, estamos
todos hechos, porque será solo cuestión de reacomodar lo que falta y unir
propósitos.
El cálculo político de todos estaba basado en el
triunfo del Sí. Durante toda la campaña los del No estuvieron haciendo alarde
de su inteligencia superior y desacreditando la voluntad del Sí como si la
mitad del país hubiese sido convocada a punta de ‘mermelada’; como si estos 6,4
millones del Sí hubiésemos sido comprados mientras que los 6,4 millones del No
eran honestos. Ese discurso debe cambiar. No pueden seguir insistiendo en que
todo estaba arreglado.
Todos los argumentos del No en contra del Sí se
derrumbaron: que había mala voluntad, que resto estaba hecho de espaldas al
país, que era un pacto de Santos y las FARC en contra del resto de la nación,
que estábamos votando en medio de un chantaje. Todos esos argumentos se
derrumban. Ahora habrá que ver cómo los remozan, cómo los reescriben, cómo los
replantean.
Todos debemos enfrentar una nueva realidad,
pero para hacerlo a nos corresponde inventar, crear, construir nuevos
discursos, nuevas respuestas, nuevas políticas.
Por mi parte (por nuestra parte, así espero),
lo que nos queda es reconstruir tejido social, restañar heridas, curar la
enfermedad que nos carcome y nos divide. Este ejercicio ha sido sanador y debe
serlo aún más. Por eso insisto en que nuestro encuentro debe ser completo.
Habría querido encontrarme con los del No a
través de la distancia del vencedor, con diez, veinte, treinta puntos de
diferencia. Quería llegar generoso a “ayudarles” a sanar sus heridas. Ahora
tengo que llegar yo como el ser vulnerable, como el hombre en derrota, el que
ha perdido, a esperar que ellos me sanen. ¿Tendrán en ellos esa compasión? ¿Cómo
nos recibirán? ¿Serán capaces de ayudarnos a superar esta derrota? ¿Querrán
reintegrarnos o, al contrario, seguirán marcando la diferencia, la distancia,
separándonos del resto? Porque en esta campaña ellos fueron más agresivos, más
rudos, mucho más pendencieros. Ellos eran quienes marcaban una distancia, quienes
establecieron una pared de rudeza y agresividad.
Esta es una la prueba inmensa para los del No:
una prueba de su grandeza, de su respeto a la paz, una muestra de su verdadera intención.
Esta es su prueba. En ellos está
demostrarnos qué tienen, qué traen, qué proponen. Los heridos estamos al otro
lado: ¿Están ellos dispuestos a sanarnos?
Mi invitación sigue en pie: los espero a todos
en Bamboo Restaurant de la Bird Road y la 133 Avenida. Allí veremos si de veras
es posible construir unidad o si este es un abismo insalvable.
Mi voluntad, mi propósito, mi plan sigue y
seguirá siendo el de construir puentes para la paz. Eso quiere decir que estoy
dispuesto a reconocer esta derrota –pírrica, es cierto, pero un resultado inverso
habría sido equivalente. Vamos a ver cómo los del No administran esta victoria
y qué llevaban guardado en su corazón todo este tiempo. Yo pensaba que era
rencor y venganza. ¿Estaré equivocado? Demuéstrenlo.
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Vaya vuelco el que ha dado esto en tan solo ocho días. Sé, que tus propuestas conciliadoras continúan y apoyo esa opción. Suerte en el ejercicio de construir unidad en la diáspora. Un abrazo,
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