Falta casi un mes para el día del Plebiscito. Todavía
queda tiempo para reflexionar y cambiar de opinión. Sin embargo, no creo que
haya mucha voluntad de cambio.
"Nubes claras", foto del autor |
La mayoría de los colombianos hemos tomado una
decisión o estamos bastante inclinados en una u otra dirección. El número de
indecisos es pequeño y las posibilidades de alterar los resultados son escasas.
Los del No están arranchados en su posición y los del Sí no encuentran cómo
llegar a ellos. Lo mismo podría decirse desde el otro lado. En otras palabras:
seguimos en guerra. Por fortuna, en esta ocasión hablan los votos y las
palabras y no los fusiles. Esa es una gran ventaja.
Una buena parte del problema es que la
información que se propaga no es la mejor y su utilidad es política. Se hace
uso de eslóganes, memes, gráficas adulteradas, fotos falsificadas, viejos
videos y se modifica el contenido de los Acuerdos o se los reinterpreta para
provocar temor, rabia, desprecio por lo que los negociadores han alcanzado.
Desde el lado del Sí también se vilipendia, se
insulta, se desprecia, se desprestigia, se ataca. Los argumentos siguen siendo,
a) demasiado simplistas (ya alcanzamos la paz) o, b) demasiado complicados (hay
un elitismo en las comunicaciones).
Aunque el tema es complejo, nuestras pasiones nos
han empujado en una u otra dirección. Quienes ya saben que votarán por el Sí no
son las personas a quienes debe ir hoy dirigido el mensaje. En este momento el esfuerzo
debe estar concentrado en cambiar votos del No y en impulsar a los indecisos. Eso
no se logrará con la agresividad que se percibe en muchos de los mensajes y los
mensajeros ni con la complejidad del lenguaje legal que predomina hasta el
momento.
Para construir la paz que anhelamos tenemos que
mirar mucho más allá del 2 de octubre. Después del voto, e independientemente
de su resultado, los colombianos tendremos que seguir conviviendo entre
nosotros y nuestras contradicciones. Estas no desaparecerán sin o que se harán
más evidentes a partir de entonces. El proceso de desmovilización, desarme,
justicia y reparación tomará varios años y el debate se mantendrá vivo durante
muchos meses, años. Por eso es clave que desarmemos los corazones y busquemos,
con creatividad, nuevas formas de acercarnos unos a otros en busca de consenso.
Está claro que el Sí apuntala un proyecto
político y el No apuntala otro. Pero ese voto no es un referendo a Santos o a
las FARC ni un referendo a Uribe: el Plebiscito, como la paz que debemos
construir, es de los colombianos y de ello debemos apropiarnos a todos los
niveles.
Aquí seguiremos buscando estrategias,
herramientas y reflexiones que nos ayuden a proyectar este esfuerzo mucho más
allá del 2 de octubre. Pero, primero, hay que llegar a esa fecha con los
mejores números posibles para el Sí.
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