"El Karina", ilustración del autor |
En vista de la inminencia del Plebiscito del 2
de octubre, los asistentes a la tertulia mensual que realizamos con un grupo de
amigos los primeros jueves de cada mes en el Bamboo Restaurant de la calle 42 decidimos
hablar acerca del Acuerdo. Esta experiencia nos dejó nuevas lecciones. Nunca cesamos
de aprender.
Roberto Otero, productor y director de TV,
cubano, nos dejó una las reflexiones más profundas: “El Acuerdo es de ustedes,
los colombianos de hoy; pero la paz es de las generaciones futuras. La paz no
es para ustedes sino para sus hijos y nietos”. En eso coincide con la reflexión
obtenida durante el taller de la Cámara de Comercio hace un par de días: la paz
es todavía una asignatura pendiente que debemos construir; los Acuerdos son
apenas un paso en el camino que tan solo nos conducirán al cese de
hostilidades. La justicia es algo que se logrará a partir de entonces.
No somos tan ingenuos como para creer que una
vez aprobado el Acuerdo en octubre las cosas cambiarán. Para que tenga un
verdadero resultado, el cese de hostilidades debe también pasar por cada uno de
nosotros. Al tiempo que se vayan dando los pasos necesarios para la desmovilización
y desarme de los guerrilleros, cada uno de nosotros debe hacer su propio
esfuerzo, debemos lograr nuestro propio Acuerdo Interior para cesar
hostilidades y extenderlo a nuestros más inmediatos vecinos. Hay que traer los
Acuerdos de La Habana y ponerlos en la propia mesa en el hogar, en el lugar de
trabajo, en la comunidad.
Es hora de que juguemos aquel viejo juego, “De
La Habana viene un barco cargado de…”, y poner en sus bodegas imaginarias los
elementos con los que podemos contribuir a construir ese Gran Acuerdo que nos
permita ir consiguiendo los verdaderos objetivos que todos esperamos: libertad,
desarrollo, educación, salud, futuro. Este debe ser un ejercicio provocado por
el acto del 2 de octubre y multiplicado en acciones cotidianas que nos ayuden a
vencer a nuestros verdaderos enemigos: la corrupción, el despilfarro, la
opresión, el ventajismo y todos esos antivalores que nos llevaron siempre a la
guerra.
En estos ejercicios de diálogo he encontrado
que la gran mayoría estamos dispuestos a hacer lo posible y necesario para
seguir avanzando incluso en quienes aún sostienen el No como respuesta al
Plebiscito, allí también están las semillas de lo que podría llegar a ser un
futuro mucho más brillante para nuestros descendientes. Es obvio que hay
quienes quieren aprovechar este proceso para fortalecer sus proyectos políticos
y para ello van por el No o por el Sí, pero la gran mayoría de los colombianos
sentimos que este es un momento histórico y cada uno de nosotros está buscando
la mejor respuesta.
Pero esto apenas comienza. El verdadero reto es
lo que lograremos a partir de este inicio y para ello nuestra participación
como ciudadanos empeñados en mejorar nuestra realidad no puede detenerse. Al fin
podremos dirigirnos a resolver las causas del conflicto, porque el conflicto
como tal habrá encontrado su propio camino de solución. Al fin podremos
dedicarnos a construir la paz.
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