Monday, February 20, 2017

Trump, Putin y la Nueva Cruzada: Manual para entender a Donald Trump III

En esta entrega tratamos de demostrar el vínculo ideológico que ha convertido a Donald Trump y Vladimir Putin en aliados.
Flynn, en el centro a la izquierda sentado al lado del presidente ruso Vladimir Putin at en un evento el año p[asado para celebrar el 10o aniversario de RT, la cadena de noticias y propaganda del Kremlin. (Michael Klimentyev/Sputnik via Associated Press)

En pleno día de San Valentino, en Pennsylvania Avenue, en vez de la celebración romántica y cursi tradicional, se sufrió la partida de un gran amor: renunció el ex general Michael Flynn, uno de los ideólogos del presidente Trump. En un día diseñado para la dulzura del chocolate y el aroma de las rosas, en el corazón de Washington DC se saborearon amarguras.

La pesada nube rusa que pende sobre la Administración de Donald Trump luce oscura y la Casa Blanca hace esfuerzos denodados por hacerla desaparecer. La renuncia del asesor de seguridad nacional marca el primer punto de inflexión para la Administración Trump.

Antes y durante la elección presidencial, la presencia del ex general Michael Flynn era una extraña figura que acompañaba al Candidato y le daba un cierto toque de exotismo, con sus relaciones con Ucrania y Rusia y con esa fama de consumir y admitir las más extrañas conspiraciones. Ex empleado del régimen de Rusia a través de la cadena de propaganda y noticias RT, Flynn llegó con aroma a vodka a la Casa Blanca.

Una vez confirmado el triunfo de Trump, el anuncio de que Flynn sería el consejero de seguridad nacional –uno de los cargos estratégicos más importantes del gobierno en EEUU-, la historia comenzó a volverse surreal. ¿De veras Donald Trump iba a poner a ese personaje a susurrarle tan cerca del oído, tanto que sus palabras serían capaces de opacar las demás?

No solo era cierto sino que iría todavía más allá: durante semanas, el único reporte de inteligencia que recibió el Presidente electo fue el de Michael Flynn. Es decir, él fue el encargado de ofrecer al futuro presidente la información que usaría para determinar quiénes serían sus colaboradores y cuáles serían sus propiedades en materia de seguridad nacional y relaciones internacionales: de ese tamaño era su responsabilidad.

En otras palabras: Flynn ayudó a determinar cuál sería la dirección que tomaría el gobierno de Donald Trump. Todas las decisiones tomadas en esos días cruciales estuvieron marcadas por los consejos y asesorías del ex general.

¿Por qué el ex general y sus secuaces buscan acercarse a Rusia, el enemigo tradicional de EEUU durante el siglo XX en detrimento de sus aliados europeos? En El Opinón creemos que Trump y Putin creen que juntos pueden enfrentar lo que ellos consideran la guerra que define nuestro presente y marcará nuestro futuro: la Nueva Cruzada, un enfrentamiento total con el mundo del Islam.

Flynn no era el único anti-islamista en la Administración. También lo es Steve Bannon, el más cercano consejero del Presidente, la Eminencia Gris, el poder detrás del poder. Sus preferencias ideológicas no han estado ocultas sino que han estado a la vista desde hace años. Una pequeña búsqueda en Google con las palabras “Bannon islam” trae una hilera larga de artículos recientes y antiguos en los que se referencia, entre otras cosas, su película, pero el más preciso de todos es este titular de Independent: “Steve Bannon allegedly said he 'believes the West is at war with Islam'”.

Tal cual: ese es el propósito a largo plazo del gobierno de Donald Trump: la guerra entre Occidente y el Islam. Y, para hacerla, su mejor aliado es Vladimir Putin, porque él no se detiene a pensar en las minucias del bienestar social o el altruismo. Putin es un líder frío y calculador que está dispuesto a correr los riesgos que considere necesarios para lograr sus objetivos. En este momento me viene a la memoria el terrorífico asalto al Teatro Dubrovka en Moscú y el aún más terrorífico asalto para recuperarlo en el que las fuerzas especiales rusas no lo pensaron dos veces para usar un gas que, ciertamente eliminó la amenaza, los 40 atacantes chechenos que habían sobrevivido, pero también mató a 125 de los rehenes.

Ese es el tipo de aliado que Trump quiere y no el que hoy aún gobierna en Europa y que en Estados Unidos tuvo a su último y más claro representante en Barack Obama: el multilateralismo. Para el magnate de Nueva York, busines is business. Para Putin el poder es el poder.

Lo más peligroso de todo es que los islamistas radicales –quienes tienen una agenda geopolítica equivalente- van a jugar un papel fundamental en este juego de estrategias, porque a ellos, más que a nosotros, les conviene una confrontación directa con Occidente. Ese es el alimento para su máquina de guerra. Lamentablemente, uno no puedo sino suponer, como suelen decir los funcionarios de la CIA y del FBI, que el tema no es si van a atacar, sino cuándo. De hecho, aquí hay una declaración en la cadena Fox News del mismo ex general Flynn en la que dice exactamente eso: “Not if but when” y admite estar asustado por ese enemigo. Ciertamente un ataque terrorista en EE.UU. aceleraría ese proceso de manera impresionante.  

A esto hay que agregarle que ideológicamente Bannon, Flynn y Putin, además de una buena parte del Partido Republicano, son hermanos en otros asuntos como su fe religiosa, su moralismo y el desprecio por la diversidad. De ahí que los supremacistas blancos hayan recibido el impulso que les dio la campaña de Trump.

No sabemos si la alianza Putin-Trump se va a lograr. Al fin de cuentas, en la memoria de muchos políticos republicanos y demócratas aún permanece vivo el recuerdo de la URSS y la Guerra Fría, y esos son un odio y un miedo que aún viven en muchos de ellos. Pero para las generaciones posteriores es una mera referencia en los libros de historia y las películas de espionaje. Además, para muchos políticos lo que importa es el pragmatismo. He ahí que Mike Pence, Paul Ryan y Mitch McConnell no han intentado frenar los planes del nuevo gobierno.

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