Friday, August 4, 2017

El abismo de la izquierda

A pesar del evidente fracaso económico y social que el madurismo representa, la izquierda latinoamericana insiste en defender lo indefendible. No alcanzan a reconocer el daño que se están causando a si mismos cuando apoyan al régimen de Nicolás Maduro y repiten a los cuatro vientos los manidos argumentos con los que este se sostiene, los mismos que durante décadas ha usado el castrismo en Cuba: todo es culpa del imperialismo. Cuando el modelo de socialismo del Siglo XXI que le presentan al mundo es un fracaso, ¿de dónde van a salir los deseos por reproducirlo en otras naciones?

"El veneno del poder", ilustración del autor.
Hoy parece que a los patrones del chavismo no les interesa sino sostenerse en sus puestos a toda costa, aunque eso implique pasar por encima de sus propios valores y de su propia gente.

Miles y miles de venezolanos se han movilizado a las calles y allí enfrentan a una Guardia Nacional Bolivariana que los reprime con fuerza extrema. A pesar de las imágenes que hemos podido ver, tomadas por los mismos venezolanos que están en el lugar de los hechos, los militantes de izquierda en América Latina no pierden tiempo para descalificar esas tácticas de lucha callejera en las que durante décadas ellos mismos fueron maestros. Así como ayer los gobiernos de derecha hablaban de terroristas en contra de los estudiantes de izquierda, hoy los izquierdistas acusan de paramilitares a los estudiantes venezolanos que protestan en las calles.

La izquierda parece no ser consciente del daño que se hace defendiendo a Maduro y Diosdado. Lo que hoy vivimos es similar a lo que ocurrió en tiempos de Stalin cuando los comunistas se negaron a condenar los horrendos crímenes que se cometían en la Unión Soviética o al ignorar los crímenes de la China de Mao Zedong o los fusilamientos de contrarrevolucionarios en la Cuba de Fidel Castro. Queda claro que para la izquierda, como para la derecha, lo que importa es el poder.

Es cierto que la derecha en nuestro continente ha sido funesta y cruel a través de la historia. Sin embargo, después de ejercer el poder y fracasar en la construcción de esa sociedad de justicia y solidaridad, la esperanza que para muchos representó la izquierda se diluyó en sus propias contradicciones y en su incapacidad para gobernar con responsabilidad y eludir las garras de la corrupción. A través de varias experiencias ha quedado demostrado que, sin importar la ideología, quien adquiere una cuota de poder y es susceptible a sus embelesos, se las ingeniará para llenarse los bolsillos y perpetuarse en su puesto.

Por eso creo que la defensa a ultranza del madurismo pone a la izquierda latinoamericana al borde del precipicio, pues sus contradicciones se hacen demasiado evidentes y es muy fácil para sus oponentes señalar con el dedo a los fracasos de la Venezuela de Maduro y la represión que ejerce contra su pueblo para desvirtuar cualquier propuesta que hagan.

Claro que también es posible un resultado contrario a lo que aquí se plantea. Esto en virtud de que vivimos en un mundo polarizado y facilmente manipulable en el que la palabra ‘cambio’ puede ser usada desde cualquier sector. Esa palabra fue la que puso a Chávez en el poder, la que sacó a Gran Bretaña de la Unión Europea y la que le dio Donald Trump al mundo. De la misma manera puede ser la palabra que saque a Maduro de Miraflores.

Hemos hablado con varios venezolanos que se reclaman porque no ha surgido entre la oposición un líder fuerte que logre unificarlos en torno a un mismo proyecto. El Opinón cree que la gran virtud de la oposición es su composición variopinta y diversa y que es preferible que no surja un nuevo Chávez de derecha. Lo que esperamos es que los venezolanos logren recomponer su democracia para que en ella puedan convivir todas las tendencias, en vez de tener a una que se impone a la fuerza sobre las demás, tal como sucede hoy.

En Venezuela es urgente un cambio en el ejercicio del poder, una salida que evite un baño de sangre antes de que se consolide la espuria Asamblea Nacional Constituyente que buscará perpetuar un modelo fallido y que eliminará el disenso.

Es peligroso para el continente que la izquierda no tenga reparo en promover y sostener un modelo autoritario que está dispuesto a alterar las reglas del juego a su antojo para perpetuarse, pues dan a entender que harían lo mismo. Y ya todos sabemos que eso solo favorece a los poderosos y corruptos, quienes pronto se olvidan de servir al pueblo y se dedican a llenarse los bolsillos. De ahí la urgencia del recambio y la rotación.


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