Monday, January 22, 2024

Las muchas caras del fascismo 

Por Juan Pablo Salas, El Opinón


El fascismo y la ideología neonazi han recibido un impulso muy fuerte durante la última década. Sus promotores han aprovechado la polarización y las nuevas tecnologías para avanzar su agenda y construir un movimiento con diversas conexiones que busca otorgar el poder a élites autoritarias y antiliberales.

'Pajaro de fuego', ilustracion del autor


Es cierto que vivimos días tóxicos en la política y días peligrosos en el mundo. Las noticias y los comentarios de algunos políticos nos han convencido de que estamos alcanzando un momento determinante en el curso de la historia y que los factores que sostuvieron el orden mundial de la posguerra están a punto de quebrarse. Qué sociedad surgirá de ese proceso es algo que deberíamos estar indagándoles a quienes pretenden ser líderes o gobernar.

Este ambiente ha sido propicio para que ideas políticas, que hasta hace poco estaban relegadas a los márgenes de la sociedad hayan encontrado una audiencia y un público que, no solamente las acepta, sino que también ayuda a promoverlas. Mucha gente, sin darse cuenta, se ha convertido en emisaria y promotora del fascismo.

Este es un movimiento global que ha sido cuidadosamente elaborado y hoy comienza a dar frutos para quienes lo diseñaron y promovieron.

Entre sus tácticas está el desprestigio las instituciones que les dan sustento a las democracias en el mundo con el fin de generar una sensación de caos social y económico y así exacerbar ese sentimiento para promover un falso sentido de urgencia que lleve a muchas personas a creer que es necesaria una ‘mano fuerte’ para aplacar el caos y permitir un “retorno a la normalidad”.

En otras palabras, quieren convencer a la gente de que la democracia es muy caótica y que se necesita a alguien que tenga fuerza, comando, que no escuche y en cambio quiera imponer el orden, a las buenas o a las malas. Quienes caen en esta fantasía están convencidos de que un líder fuerte les va a dar o devolver privilegios.

Se trata de una campaña global de propaganda que se manifiesta de diversas maneras, algunas de ellas contradictorias y aparentemente inconexas. Por un lado, encontramos a los radicales politizados, generalmente afiliados o asociados a movimientos de ultraderecha como MAGA, o aglutinados en torno a candidatos que prosperan entre el caos, como Milei en Argentina o Bolsonaro en Brasil. Estas suelen ser personas que siempre han deseado que el gobierno esté en manos de los más fuertes de los rudos, de los ‘bullies’, y hoy sienten suficiente autoridad moral para expresarlo y promoverlo abiertamente.

Por otro lado, existe una serie de movimientos dedicados a otros asuntos, movimientos anti vacunas, anti ciencia, anti conocimiento que proliferaron durante la pandemia y aprovechando las redes sociales para crecer, hoy trabajan para desprestigiar instituciones como la salud, la medicina, la ciencia, la razón. A cambio, estos movimientos proponen respuestas alternas sin asidero en la realidad, fáciles de consumir y que demuestran un desviado sentido de la rebelión. Todo esto es impuesto sobre gente descontenta a punta de teatro político y repetición de la propaganda. Así atraen a las personar que escapan del progreso, gente que quieren el cambio, pero hacia el pasado. En lugar de progreso, quieren atraso.

Otro sector que ha contribuido a ese desprestigio de las instituciones son algunos de los partidos políticos establecidos que irónicamente eran sus defensores y hoy están directamente comprometidos con la destrucción de la democracia, como el partido republicano en Estados Unidos que defiende a un candidato que promete convertirse en dictador desde el primer día y con sus guerras culturales destruye derechos y libertades y desdibuja instituciones políticas como las elecciones.

En esa sopa de conspiradores debemos incluir a quienes lideran las campañas como los negacionistas de la fuerza de gravedad, los fanáticos de los imaginarios ‘chemtrails’, los proponentes de la tierra plana, los convencidos de la existencia de especies alienígenas que conviven con los humanos, que insisten que tras ‘los muros de la Antártida’ se esconden civilizaciones ultra avanzadas y toda clase de fantasías. Casi siempre son los mismos y parecen coexistir en su propio mundo imaginario lleno de peligros y engaños. Conscientes de la vulnerabilidad de muchos de los seguidores de estas tesis marginales, los extremistas esperan pacientes para reclutar entre ellos a sus soldados.

Todos esos sectores tan disímiles buscan el mismo resultado: generar dudas en las convicciones y valores que sostienen lo que queda de la civilización moderna. Al cuestionar verdades establecidas y aceptadas –tan elementales como que la tierra gira en torno al sol—, lo que hacen es instalar en las mentes de las víctimas de su propaganda las semillas de duda sobre conceptos mucho más peligrosos, como que el mundo está sumergido en el caos, que existe una élite que nos comanda a todos, y que la solución a todo eso es un hombre fuerte que imponga el orden.

Todos esos elementos hacen parte de la misma campaña y se repiten, de una u otra manera, en casi todos los países. Podríamos afirmar que se trata de una operación psicológica (psyop) de profunda envergadura, o de varias operaciones simultáneas que coinciden y que manejan proyectos a varios años. La que aquí denunciamos busca conseguir que los habitantes de las democracias liberales se sientan impulsados a desear un gobierno estricto que, por ejemplo, frene las migraciones de pobres y refugiados, que evite el desorden moral sexual de las mujeres que piden aborto, los gays que lo hacen por donde es pecado, y los trans que quieren exterminarnos, entre otras ideas de odio y rechazo.

Los creadores de estas campañas han aprovechado las lecciones aprendidas en regímenes anteriores –copiando casi al pie de la letra las campañas de desinformación y reescritura de la historia de los soviéticos durante la Guerra Fría--, y amplificándolas a través de las redes sociales donde el individuo se convierte en propagador del mensaje y así alcanzan con precisión quirúrgica las mentes de las personas susceptibles para convertirlas en sus soldados.

Hoy en Estados Unidos la defensa de la democracia es de carácter estratégico para todos, no solo para los estadounidenses. Si la actual iteración autoritaria del partido republicano de Donald Trump llega al poder, no quepa duda de que entre las consecuencias estará la pérdida de derechos y libertades para las mujeres, los inmigrantes, la comunidad LGBTQ y todas aquellas personas que no se conformen con el mandato del régimen. Veremos un ascenso en el número de regímenes antidemocráticos comandados por hombres apoyados en élites radicalizadas cercanas al fascismo, amigas de la supremacía blanca, el racismo y fanáticos religiosos. Quieren convertir las democracias liberales en regímenes cristofascistas.

La historia nos ha enseñado que la clase media –antes llamada ‘pequeñoburguesía’—, cuando ve sus pequeños privilegios en peligro, acaba comprando el veneno que le ofrecen como remedio: la dictadura. Estas que describimos aquí son algunas de las campañas para convencerla de ello.

###

No comments:

Post a Comment