Tuesday, December 6, 2016

El sueño de la verdad

Hoy se ganan y se pierden elecciones con memes, noticias falsas, eslóganes manipulados y tendenciosos. Hoy se destruyen reputaciones con rumores malintencionados pero bien colocados, con mensajes que fracturan la credibilidad de las personas, las organizaciones y las instituciones. Los ciudadanos tenemos hoy todas las herramientas necesarias para informarnos, pero eso no ha garantizado que tomemos buenas decisiones, como demuestran las varias elecciones de este año.

"La verdad es un sueño", foto de José Salas
con intervención del autor
Este no es un invento de hoy sino un largo proceso en el que todos hemos participado, simplemente que ahora se hace más visible. El pensamiento posmoderno, tan amigo del relativismo a ultranza y tan desconfiado de los valores absolutos, nos ayudó a desmontar las creencias que habían dominado la primera mitad del Siglo XX y alcanzaron a llegar con cierta intensidad hasta rozar los años 80, pero ya heridas de muerte. Entrados en los 90, la muerte de las ideologías era pan comido.

La idea era alcanzar una forma de pensamiento sin tacha, sin influencia, sin cortapisa, independiente. A nuestro paso derribamos una por una todas las instituciones y desarmamos todos los armarios del idealismo. Alcanzamos una meta difusa en la que no existían estructuras de pensamiento claras sino un gris panorama de confusión de valores: lo mismo vale un discurso feminista que uno neofascista; a una iglesia milenaria le adjudicamos el mismo peso específico que a una recién fundada.

Entretanto, mientras desarmábamos el pensamiento, la tecnología siguió su curso y puso al alcance de nuestros dedos las máquinas más poderosas de comunicación posibles: los celulares, esos pequeños estudios de televisión, audio y prensa; también nos otorgó extraordinarios canales de distribución a través de las redes sociales e Internet. Así hemos adquirido el poder de construir o destruir un mundo o dos con un gesto de las manos.

Lo que no nos puede dar la tecnología es conciencia ni sentido común. Por eso, entre otras razones, llegamos a esta era de pos-verdades, medias verdades y mentiras totales capaces de quitar y poner presidentes, encender y apagar hogueras y ahogarnos a todos en un río de información imposible de curar.

Es en este mundo donde los medios de comunicación tienen un deber inmenso: el de recobrar el valor de la verdad –o algo lo más parecido posible a ella. La tarea no va a ser nada fácil, pues hoy padecen de un desprestigio a medias merecido. Además, ya no son dueños de todos los canales de comunicación. Hoy su misma audiencia es la competencia.

El verdadero valor que los medios pueden agregar es del escrutinio de la información, su validación. Es el papel del curador en una galería. En un ambiente en el que cualquier persona u organización es emisor del mensaje y el receptor tiene el poder de elegir lo que lee, escucha, ve y, en últimas, lo que cree, ahí es donde el medio debería prestar su mejor servicio cotejando los datos y las fuentes para determinar la validez de la información.

Aquí solo planteo que es un momento de gran oportunidad. Sería fantástico* que más medios lograran su independencia y que se revalorizara el trabajo del periodista, del editor, del obrero de la palabra y la imagen. Y, sería fabuloso* que la audiencia se dejara seducir por el deseo de saber algo más próximo a la verdad en lugar de escuchar únicamente al que le sabe susurrar lo que quiere oír.

* Fantástico/fabuloso: por eso digo que es un sueño la verdad.


###

No comments:

Post a Comment