Wednesday, August 17, 2016

La vida después de Trump


Hasta hace unas semanas la gran preocupación era: ¿Ganará Trump? Hoy, en pleno agosto y después del daño que él mismo y su partido se han ocasionado, la pregunta no es si ganará sino: ¿por cuánto perderá?

Eso debería hacernos sentir un poco más tranquilos, porque al fin de cuentas el candidato más peligroso en tiempos modernos de la democracia estadounidense, no llegará a la Casa Blanca. América se ha salvado.

“¿Se ha salvado?”, pregunta una voz desde el fondo. “Esto apenas comienza”, insiste. “La verdadera preocupación es lo que vendrá después de Trump”.

Lo que vendrá para nosotros, que quedamos enredados en esta maraña de enemistades, racismo, mutuos desprecios y agitación. ¿Cuántos amigos has perdido durante estas elecciones? ¿Cuántos crees que podrás rescatar cuando todo se haya resuelto?

Más grave todavía es atender los problemas que una campaña tan beligerante nos está dejando. La presencia de Donald Trump en estas elecciones ha dado autoridad moral a actitudes que estaban presentes en la sociedad estadounidense y que habían sido ignoradas y amansadas.

El racismo, por ejemplo, nunca ha dejado de existir, pero antes de estas elecciones era mal visto por la gran mayoría, era socialmente reprendido, era un asunto muy marginal y rechazado explícitamente. Hoy, en cambio, los sentimientos racistas de muchos están a flor de piel.

Asimismo los sentimientos xenófobos y la discriminación abierta contra los musulmanes y los latinos. Muchos años de esfuerzo por reformar la conciencia social americana para dar cabida al muticulturalismo –inscrito en la raíz misma de los documentos que dieron lugar a la creación de esta nación—se han ido al fondo del pozo gracias al discurso de Donald Trump de denuncia de lo “políticamente correcto”.

Desde su púlpito dorado, el candidato republicano ha otorgado un argumento poderoso a quienes han mantenido sus odios a raya y ahora se sienten con el permiso de hacerlos manifiestos de manera explícita. Su xenofobia, su racismo, su sexismo, su desprecio por lo que no es como ellos tiene ahora una plataforma y un campeón.

Cuando el candidato cuestiona a los medios de comunicación y provoca en sus seguidores el desprecio por los periodistas, eso tiene consecuencias inmediatas en lo electoral (prácticamente garantiza una derrota en las urnas), pero tiene peores consecuencias en lo postelectoral, pues deja en sus seguidores una certeza (falsa, pero firme) de que todos los medios son corruptos y todos los periodistas también. Sólo los motores de propaganda que lo han apoyado (FoxNews, Breitbart, Rush Limbaugh, etc.) serán admitidos y quienes se atrevan a cuestionar y a dudar serán condenados por esa multitud que a veces, durante los eventos de campaña, se comporta como una turba enardecida, apuntando con sus dedos y su furia a los periodistas al tiempo que les gritan improperios.

Cuando el candidato cuestiona la validez de las elecciones e insiste, sin pruebas pero con total desparpajo, que están amañadas, lo que produce en sus seguidores y en la sociedad es una sensación de incertidumbre respecto a la raíz misma de la democracia y esa duda permanecerá aún después del 8 de noviembre. Para los seguidores de Trump, el triunfo de Hillary Clinton será siempre un fraude y así se vivirán los años de su gobierno.

De la misma manera que el color de la piel de Barack Obama autorizó a los republicanos en el Congreso a oponerse sistemáticamente a todo lo que de su boca saliera, así se sentirán, autorizados por esa masa de votantes, a rechazar todas las políticas que proponga Hillary Clinton, porque para ellos será más importante arruinarle a ella su carrera política que resolver los problemas de la nación.

Espero de todo corazón que ningún desadaptado enamorado de sus armas haya interpretado sin sarcasmo el “no tan sarcástico” comentario de Trump cuando invitó a los defensores de la segunda enmienda a hacer algo para impedir que Clinton elija a los jueces de la Corte Suprema que le corresponderá nominar. Ojalá que no haya habido uno entre sus seguidores que haya entendido lo que millones de personas claramente entendimos cuando dijo lo que dijo.

Finalmente, quedan otros asuntos pendientes, pero uno de los más graves tiene que ver con nuestros niños que se han visto expuestos a la retórica virulenta y llena de desprecio de la campaña. Ya hay señales claras de que en las escuelas, los colegios y las universidades ha resurgido el racismo y se ha hecho manifiesto el desprecio por los inmigrantes latinos y de países musulmanes. Hemos perdido mucho terreno por culpa de esa guerra contra lo “políticamente correcto” y se han empoderado valores y actitudes que provocan divisiones y violencia.

Es importante que desde este momento en adelante trabajemos como comunidad en la recuperación del terreno perdido y en la reformulación de los valores que nos conducen a la convivencia en medio de nuestras diferencias y gracias a esas diferencias que nos dan variedad.

Hay que pensar en lo que debemos hacer a partir del 9 de noviembre para recobrar la sanidad. Estoy seguro que al otro lado de la vereda se están preparando para todo lo contrario.
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