Wednesday, October 5, 2016

Incertidumbre y optimismo

El resultado del Plebiscito nos obligó a todos a reformular nuestros planes, más no nuestros principios. Aún seguimos sentados a la mesa y el juego es el mismo. El voto del domingo simplemente permitió barajar y repartir de nuevo.
"Tom Waits Paris 1982", dibujo del autor

Los malestares están casi intactos, en algunos casos peores, especialmente entre los del Sí, que esperaban un resultado mucho más favorable. Sin embargo, esa rabia, esa incomodidad, esa incertidumbre no permite ver lo positivo de esta coyuntura, y eso es lo que quiero resaltar aquí.

Los del No ganaron, es cierto, pero la victoria los obliga a perder un poco. Antes del Plebiscito, su lenguaje, sus planes, sus expectativas eran de rechazo total al Acuerdo y de desconocimiento de la guerrilla como un interlocutor en el diálogo. “No se negocia con terroristas”, era la frase de moda. Hoy, en cambio, están obligados a ser partícipes activos del nuevo Acuerdo que surja de este proceso.

Los del Sí perdimos, pero no podemos perder de vista la oportunidad que aquí se abre.

Hay que aclarar que no todos vemos de la misma manera lo ocurrido, ya que los del Sí somos un movimiento menos homogéneo que los del No, que insisten en decir que no son solamente el Centro Democrático y que no son todos uribistas. A pesar de ellos, de ese lado hay una visión más parecida de lo que querían, aunque no necesariamente de lo que ahora quieren.

En el campo del sí había varios sectores. Por un lado estaba el Gobierno, es decir, Juan Manuel Santos y sus negociadores y ministros. A ellos se sumaba, muy cerca, la gente de la Unidad Nacional, que tenía un interés político en el asunto. A cierta distancia están otros movimientos, particularmente la izquierda y el Partido Verde, por ejemplo, que tenían un interés particular en la desmovilización final de las FARC. Y, un poco más lejos, un montón de gente que no se identifica particularmente con uno u otro sector sino que creyó que este era el momento para sacar del camino la excusa histórica de que nuestros problemas se los debemos a la guerrilla. Las víctimas que quieren el cese de hostilidades y ya están listas para perdonar; las zonas rojas, que votaron Sí convencidas de que esto se puede arreglar y porque lo necesitan con urgencia. En fin, muchos más.

Claro, del lado del Sí también estaban las FARC, que a través de esta negociación ganaban el reconocimiento como fuerza beligerante y conseguían salvar su pellejo político e impedir que 52 años de guerra acabaran en el basurero de la historia.

Y, de ese lado también estaba la comunidad internacional, con gran interés en ver si uno de los conflictos del presente encontraba un sendero para resolverse y serviría de ejemplo para otros. Para EEUU era la muestra de que su Plan Colombia había funcionado; para la ONU era una bandera blanca en un mundo convulsionado y un ejemplo para otros; para Cuba y Venezuela era una limpieza de cara; para Noruega era una medalla como mediador y para Chile era un buen impulso diplomático.

Ninguno de estos actores queríamos continuar con la guerra. Tampoco estábamos preparados para lo que habría de ocurrir. Ninguno espera que de aquí regresemos a donde estábamos, todos queremos que este capítulo concluya.

Es necesario ser creativos e inventarnos nuevas soluciones. Lo bueno en esta ocasión es que más gente queda metida y comprometida, especialmente del lado del No. Aquellos que insistieron en que ‘no están listos para perdonar’, por ejemplo, tendrán que prepararse para perdonar, si esto sale bien. Es hora de que pongan en concreto sus exigencias y que estén dispuestos a obtener algo de lo que piden y a perder algo también. Aunque ganaron, su triunfo es magro, pues no es solo medio punto porcentual, sino que es mucha más la gente que ha estado observando desde la barrera, los que se abstuvieron porque no han querido meterse en este lío por no sentirse representados, por indiferentes o por mera ignorancia.

A los del No y a los del Sí nos toca, rápidamente, ayudar a construir esta oportunidad. Habrá que ver de qué manera cabe más gente en este barco. Pero hay que actuar rápido y con cabeza fría. Las aguas hoy están relativamente calmadas, pero delante de nosotros hay un verdadero huracán y debemos esquivarlo. Nuestros timoneles deben ponerse de acuerdo pronto en lo más básico y conducir la nave en la dirección apropiada.

Los de las FARC han ganado mucho en este proceso, especialmente la percepción que de ellos se tiene. Por eso mismo, ellos son unos de los más interesados en que esto no implique un fracaso. Pero no se puede negar que durante la Mesa de La Habana pactaron y cumplieron con lo pactado, y eso es algo que el mundo tiene que reconocer, incluso quienes los odian.

Por su parte, los del No también han actuado con honor. Se han mantenido en sus caudales, no han incitado a nueva violencia, están atentos y trabajan con mesura y tranquilidad.

Al presidente Santos le toca aplicar la tesis del palo y la zanahoria con cada uno de los factores del nuevo compromiso. La zanahoria todos la conocemos: es la paz. Cada quién tiene su propia visión de ella y todos esperamos alcanzarla para cocinar el Gran Sancocho Nacional. Por eso el acicate es el tiempo, y así lo dejó saber antes de reunirse con Álvaro Uribe y Andrés Pastrana: el cese el fuego termina (formalmente) el 31 de octubre. Es decir: este no puede ser el proceso de 20 años de negociación que en un momento de campaña propuso Uribe. Eso es sencillamente irrealizable. De inmediato aclaró que se puede extender, pero sobre bases concretas de avance en el proceso.

Y, nosotros, la sociedad civil tenemos una gran responsabilidad. Desde todos lados, desde el Sí, desde el No, desde la barrera, todos debemos empujar para que esto no se rompa, para que se mantenga el diálogo, para que se abran canales de participación y apoyo. Cada quien tiene su propia visión de las cosas y al final lograremos una amalgama que nos dejará parcialmente satisfechos y parcialmente insatisfechos. Es imposible conseguirlo todo, así que debemos estar dispuestos a hacer sacrificios.

Por mi parte, ya comencé. Este es mi primer aporte: un espacio de diálogo entre los del Sí y los del No, aquí donde estamos. Sé que, debido al huracán Matthew, esta noche pocos vendrán al Bamboo Restaurant a la tertulia, pero me sostengo en la idea de que es urgente y necesario mantener abiertos los canales de comunicación locales y construir puentes entre quienes tenemos tantas diferencias. He incluido en mi Facebook y en mis contactos a mucha gente nueva, gente del Sí y del No que no conocía hasta hace poco. La idea es mantener un diálogo lo más cordial posible, con mucho respeto, con mesura y razonamientos claros, porque creo que ese es el Gran Diálogo Nacional del que se habló en los años ochenta y que hoy vuelve a cobrar una relevancia esencial.

Yo me mantengo optimista y me ofrezco a seguir, en lo posible, buscando lo positivo en todo este camino. Espero que algunos de ustedes entiendan el propósito y atiendan el llamado, porque, recuerden que la meta no ha cambiado:

Todos queremos la paz y sólo entre todos podremos construirla.

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