Monday, September 26, 2016

26 de septiembre: el día de las paces

Hoy es un día de celebración para los colombianos que llegamos a un momento largamente esperado y que solo se alcanzó después de muchos sacrificios, mucha sangre y mucho esfuerzo. Llega, pues, el día de hacer las paces.

Amanecer del 26 de septiembre en Kendall, foto del autor
Y, es que la paz no es una: son muchas. Como la felicidad, la paz está compuesta de retazos, de piezas intercambiables, de espacios entre las vetas, de fibras que se entrecruzan, se anudan, se expanden, se separan y se encuentran en el tiempo. Como la felicidad, la paz no es permanente, no es única, no viene sola. Pero la guerra tampoco es permanente, por suerte. Y, esta guerra nuestra, esta que hoy concluye, tomó 52 años en llegar a punto de reencuentro.

Los colombianos, que hemos entregado tanto a causa de la guerra y para la guerra, no podemos aceptar que tantos muertos, tantos heridos, tanto dolor y tanto esfuerzo no valgan algo, no valgan mucho, no lo valgan todo. Es hora de que toda esa entrega y toda esa lucha comiencen a dar sus verdaderos frutos. Porque en nuestra guerra ha habido sacrificio de todos los lados y ha habido crímenes desde todos los costados.

Los primeros en sublevarse lo hicieron porque fueron víctimas de un Estado entregado a los intereses de unos pocos; pero la guerra tiene sus propia reglas y sus propias exigencias; aquellos sublevados, convencidos de que para lograr sus objetivos de justicia era necesario derrotar a quienes veían como los causantes de su dolor, tarde o temprano acabaron convertidos en instrumentos del mismo dolor que querían evitar.

El Estado, por su parte, también sufrió profundas transformaciones en el curso de este conflicto. Algunos de sus elementos fueron comprendiendo el valor y la importancia de aquellas reivindicaciones que esgrimían como razones los sublevados y poco a poco fueron viéndose obligados a conceder espacios de participación y representación a esos movimientos. Las desmovilizaciones anteriores, en particular la del M-19, trasformaron la geografía política del país. Gracias a ello, se abrieron las compuertas a la reinvención de los motivos y los métodos del Estado, entre ellos, los de las fuerzas armadas que lo sostienen.

La tortura, las desapariciones y las masacres, así como el contubernio con la criminalidad del narco, que durante años hicieron de ese Ejército el defensor de una clase social y económica en detrimento de otra, dejaron de ser –por fin- las herramientas de su poder. De esta manera el espíritu de ese Ejército y esas Fuerzas Armadas se transformó para poder vencer a los sublevados, no solo en el campo militar, sino también en el campo político.

Estas observaciones que escribo son generalizaciones de patrones de comportamiento. Lo que procuro alcanzar con ellas es una conclusión de valor, representar el impulso de una corriente, pero comprendo que no está completo. Así lo demuestran los pitos y cornetas de los del No al otro lado de las murallas en Cartagena. Así lo expresa el dolor y la rabia que se escucha en sus voces que aún no aceptan la posibilidad del perdón y la reconciliación y la derrota que implica para ellos la llegada de este día. Pero este día ha llegado y el mismo sol nos alumbra a todos.

Las verdaderas causas de nuestra guerra están intactas. Lo que estamos confirmando en estos muchos actos que se concretan hoy y se deben refrendar el 2 de octubre es el derecho a seguir buscando soluciones para esas causas sin necesidad de acudir al uso de la fuerza para lograrlo. Lo que estamos buscando es seguir ampliando el espacio del ejercicio político para que sea la palabra, y no las armas, lo que nos permita resolver nuestras diferencias.

Confío en que el ejemplo de hoy, que se verá en estas ceremonias y del que el mundo es testigo, cunda y se multiplique en muchos otros momentos y espacios de nuestro territorio. Espero que consigamos muchas paces, no una sola, y que estas paces duren muchos años y que muchas generaciones porvenir encuentren nuevas formas de  dirimir, de resolver y de atender sus problemas. Que este espíritu se extienda y se multiplique en muchos corazones para que haya menos dolor y menos sufrimientos.

Confío en que incluso aquellos que hoy se oponen con tanta vehemencia encuentren su propia dosis de paz y hagan su propio sacrificio. Espero que, si el resultado del 2 de octubre les es adverso y gana el Sí, tengan el coraje, el honor y la honradez de aceptar el resultado y sumarse a la supervisión y construcción de espacios de paz y respeto para todos.

A mis amigos (y no tan amigos) del No, los invito a que hagan de este y los días porvenir los días de paz que tanto anuncian en sus discursos. Si es verdad que están por el No preocupados por una verdadera paz, los llamo a que desde ya comiencen a trabajar por ella, es decir, por todas las paces que tenemos que construir, con ustedes incluidos.

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