Sunday, September 23, 2012

Historia de dos convenciones

La distancia entre Tampa y Charlotte se mide en millas (580, según Google) pero políticamente se mide en objetivos, entusiasmo y organización. Aunque son eventos similares, es como mirar las dos caras de una misma moneda.

(Publicado originalmente 09/06/2012 ) http://especiales.caracol1260.com/eleccionesusa/noticias/historia-de-dos-convenciones/20120906/blog/1756751.aspx

Mientras que la de los republicanos es ordenada y casi ascéptica, la de los demócratas es alegre y plural. En Tampa, todo está cuidadosamente dispuesto, cada persona en su lugar, cada quien ceñido a su discurso, los caminos claramente identificados de modo que cada paso que uno da, está predeterminado. En Charlotte, en cambio, hay más contacto con la gente, las conversaciones son más vivaces y no todo está tan ordenado. De hecho, nos costó un poco de esfuerzo y una larga caminata encontrar la mesa donde intercambiar credenciales para poder acceder al centro de la Arena y de siete personas a quienes preguntamos, una sola de ellas supo qué hacer.

Ambos eventos políticos tienen propósitos formales, como la confirmación de la plataforma partidista y la nominación de los candidatos, y también un propósito de campaña fundamental: motivar a la base de cada partido recordándoles los motivos de su lucha y qué les da identidad y los diferencia de sus oponentes.

Pero con estos eventos los partidos buscan despertar el entusiasmo y el interés de los independientes y, de ser posible, provocar un aumento en las encuestas gracias a la exposición en los medios como el que lograron los demócratas en Denver con Obama y los republicanos en St. Paul (aunque efímero) con la sorpresa de Sarah Palin en la fórmula vicepresidencial.

En ese sentido, ambas convenciones han logrado sus objetivos primordiales, pero el último es dudoso. Ninguno de los partidos ha sorprendido y el entusiasmo electoral este año está del lado de los republicanos, que ya estaban motivados antes de llegar a Tampa. Pero no han logrado llamar la atención de los independientes. Todo indica que la polarización continuará, que el Congreso seguirá trabado y que el país seguirá en suspenso mientras se cuentan los votos.

A pesar del esfuerzo por señalar qué los diferencia, los votantes parecen haber tomado su decisión desde hace meses y nada de lo que se ha dicho ha conseguido cambiar su opinión. Esta clase de eventos deberían servir para impulsar una tesis o la otra, pero en este caso no ha sido posible. Ni los temas sociales ni las propuestas económicas han logrado inclinar la balanza.

De modo que ambos partidos, pero en especial el demócrata, han optado por buscar motivar a sus bases para movilizar el voto interno porque los independientes indecisos están lejos, muy lejos y distraidos, y quizá sólo se decidan el día de la votación cuando lleguen a la urna y deban marcar en la boleta.

Para el partido demócrata es esencial movilizar a sus bases y le queda más fácil hacerlo con los temas sociales, como el derecho al aborto, el uso de anticonceptivos, el matrimonio gay y el apoyo a la educación, temas en los que marca un claro contraste con los republicanos. Pero si no consigue que sus militantes salgan a conseguir el voto, podrían ver escapárseles la Casa Blanca.

Para los republicanos el reto es mantener el entusiasmo entre sus militantes, algo que suelen hacer bien con el temor, como el llamado de Chuck Norris a evitar que Obama sea reelegido sino quieren que ‘los EEUU enfrenten 1000 años de oscuridad’.

En ambos casos, el voto independiente sigue siendo esquivo y las cuentas para obtenerlo son astronómicas. En una elección empatada, la decisión corre por cuenta del 6 por ciento de los votantes, pero sólo en los estados indecisos. Para lograrlo, cada partido inyectará millones de dólares en publicidad política pagada. ¿Cuánto costará cada uno de esos votos independientes y definitivos? Creo que si hicieramos la cuenta, nos daría verguenza.

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